El momento en el que Delfino salvó a la Generación Dorada
16:39 13/05/2020 | Faltaban menos de dos minutos para que termine el tercer cuarto. En ese momento apareció Delfino y marcó 18 puntos seguidos.
La tiene Manu Ginóbili en el eje central. Rompe la primera línea y la descarga a Carlos Delfino que está en el codo derecho listo para lanzar. Catch and shoot y un triple que entra sin oposición, provocando que el lancha se bese su mano izquierda inmediatamente después. Faltan 1:50 para que finalice el tercer cuarto y Argentina, que se enfrenta a Grecia por los cuartos de final de los Olímpicos de Beijing 2008, comienza a respirar de nuevo gracias a ese tiro del alero de Santa Fe.
Ese triple fue el grito en el cielo que provocó la avalancha nacional y lo que ocurrió a continuación ni el más optimista Gottfried Leibniz lo pensó. En la acción siguiente, el lancha anotó otro tiro de tres puntos, esta vez desde la esquina izquierda y gracias a un nuevo pase de Ginóbili, quien, inteligente, ya comenzó a detectar que su compañero empezaba a prenderse fuego. Luego, en la próxima jugada, se hizo dueño de la cancha y, tras un pick and roll directo, convirtió otro triple desde el codo derecho, tal y como lo había hecho en la primera jugada.
Quedaban 8:01 en el marcador y Delfino ya ni siquiera necesitaba cortinas y tras aclarados atacaba constantemente. Primero ajustaron su tiro y metió una penetración por el carril derecho que terminó en un fácil doble, y, luego, con 6:35 por jugar, anotó desde el poste bajo tras realizar un majestuoso dream shake (66-63).
Veía rojo, no creía en nadie y sabía que las iba a marcar todas. Delfino estaba en un estado lisérgico, psicodélico y de trance. Así lo demostró con 5:18 restantes, adonde leyó el movimiento de Fabricio Oberto, que rompió por línea de fondo, para recibir el pase en la esquina y convertir otro triple más. Después anotó de nuevo en el poste gracias a un giro y el resto fue historia.
Aquellos 18 puntos de Delfino fueron un respirador artificial que mantuvo a la Argentina con vida mientras estaba en coma. Aguantó, atacó y resurgió al resto sin marcas que una sublime muñeca derecha. Finalmente los nacionales vencieron a Grecia por 80-78 y continuaron su camino hacia la medalla de bronce, en donde liquidaron a Lituania con otro espectacular y heorico partido.
Nada hubiera sido posible sin ese arranque de Carlos. Esa noche sus 18 puntos pintaron de todos los colores a los defensores helénicos. Esa velada su actitud lo convirtió en el rey sin corona, en el héroe sin capa, en el verdadero león santafesino sin parlante ni micrófono.
Ignacio Miranda/ [email protected]
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