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Las exigencias de lo realizado en los últimos años, potenciadas por el armado de un plantel con una constelación de estrellas, hacían que San Lorenzo prácticamente no tuviera margen de error en esta 2017/18: debía ganar todo lo que disputaba, no solo con el gran objetivo de la Liga de las Américas, sino también dentro de la competencia doméstica. Y más allá de la frustración inicial en el Súper 20, lo cierto es que el Ciclón estuvo más que a la altura de las expectativas, sumando tres nuevos títulos: la Súpercopa, la Liga de las Américas y por supuesto, el tricampeonato de Liga Nacional.

Contra lo que muchos podían esperar, el camino para repetir en la Liga no fue nada sencillo para San Lorenzo, que aún contando con el plantel más largo del torneo, terminó al límite desde lo físico, con varios de sus jugadores claves (Gabriel Deck y Nicolás Aguirre, por ejemplo) disputando la final ante San Martín con lesiones importantes.

Es cierto que los de Gonzalo García bajaron su nivel luego de obtener la esperada consagración internacional, en gran parte por las exigencias del calendario. Pero aún con esa merma, sus figuras mostraron las garras en los momentos decisivos y terminaron consiguiendo un campeonato más vinculado al corazón, que a un básquet vistoso. Aunque claro, de eso ya habían tenido y mucho durante otras etapas de la competición.

El dominio y la jerarquía de San Lorenzo también puede reflejarse en los números y en el balance que encontraron durante toda la Liga: fueron el tercer mejor ataque, anotando 112,1 puntos por cada 100 posesiones, pero a la vez, la segunda mejor defensa, recibiendo solo 102 puntos por 100 posesiones. Los de Boedo pudieron dominar a sus rivales en cualquier escenario: con su poderío anotador, en los partidos donde la historia fluía de la mejor manera, o con su infranqueable defensa, en las ocasiones donde el aro no se veía con tanta claridad.

Con su tricampeonato (el segundo en logararlo), San Lorenzo ya tiene garantizado un lugar en la historia como una de las pocas dinastías que ha visto la Liga Nacional a lo largo de sus más de tres décadas. Y lo más preocupante para el resto: no dan señales de estar por detenerse.