La noche en la que Marvin Gaye se robó el show del NBA All-Star Game
21:02 16/02/2020 | Del partido participaron Magic Johnson, Larry Bird e Isaiah Thomas, entre otros. Pero el que acaparó toda la atención fue Gaye con el himno.
La batería empieza a sonar de fondo y por el medio del escenario comienza a subir una persona. Vestido con un traje gris, una camisa blanca, una corbata multicolor y unos extravagantes anteojos amarillos, Marvin Gaye hace su presentación por el centro del escenario. La batería aumenta su sonido y, una vez que el cantante toma el micrófono, el silencio se apodera del estadio. Sólo se puede escuchar la voz de Marvin. Moviéndose lentamente y con una risa peculiar el protagonista de la noche levanta de a poco a todos; no solo los jugadores bailan, también lo hacen los aficionados y hasta los periodistas que comentan el evento.
A medida que el himno avanza su voz va pasando de grave a aguda, Magic Johnson se ríe a carcajadas y Larry Bird se mueve rústicamente. Marvin, por su lado, está en estado de trance, su voz alcanza un nuevo punto y todos parecen estar en sincronía con su mirada. Al final, el cantante se funda en una frase final que dice: “Por la tierra de los libres y el hogar de los valientes”. Lentamente su voz, como el polvo, va desapareciendo. Sin embargo, ya nada importa, ni el partido, ni los jugadores, ni la gente. Marvin Gaye era la verdadera estrella.
Corría el año 1983 y en Estados Unidos comenzaba a surgir una nueva era. El consumismo y el espectáculo se apoderaban del planeta y las extravagancias eran moneda corriente. Magic Johnson y Larry Bird empezaban a luchar por el monopolio de la NBA y los fanáticos se dedicaban a disfrutar del show.
Todo fue dejado de lado durante el Juego de las Estrellas celebrado en Los Angeles en 1983. Propio de una ciudad que vive para la farándula, LA fue el escenario perfecto para acunar a uno de los más grandes cantantes de la época: Marvin Gaye.
Tras éxitos sonoros como Sexual Healing o “Midnight Love”, el cantante llegaba al Forum angelino como una sorpresa poco común ante el hermetismo que siempre había caracterizado al canto del himno en las presentaciones de los grandes eventos deportivos norteamericanos.
Luego de haber llegado sobre la hora al encuentro, el cantante entró al escenario en Inglewood, California y sin pedir permiso agarró el micrófono y empezó a cantar suavemente al compás de un pequeño sonido de batería. A pesar de que muchos pensaban que fracasaría, Marvin le dio su toque a la canción como nunca antes alguien lo había hecho. Rápidamente, Isaiah Thomas y Larry Bird comenzaron a corear el himno y a mover sus pies y caderas. No estaban solos, los fans también se levantaron de sus asientos y aplaudieron con sonrisas de oreja a oreja.
Después, el partido fue sólo eso, un partido. Kareem Abdul Jabbar y Magic Johnson fueron los mejores hombres del Oeste, pero los del Este tuvieron en sus filas a Julius Erving, Isaiah Thomas y Larry Bird, quienes anotaron 25, 19 y 14 puntos respectivamente para llevarse un difícil triunfo ante sus rivales (132-123).
A pesar de que después pudo resurgir su carrera, el cantante se hundió aún más en las drogas, de las que intentó aislarse buscando refugio en casa de sus padres. Sin embargo, durante el tiempo que pasó allí intentó suicidarse en varias ocasiones después de mantener agrias discusiones con su padre.
Finalmente, el 1 de abril de 1984, Marvin tuvo una de esas discusiones con su padre y éste lo mató de dos disparos (hecho que sería calificado como «homicidio justificable o defensa propia», ya que en el tribunal su padre alegó defensa propia porque Gaye lo había agredido a golpes, hecho que se repetía bastante debido a sus diferencias y al abuso de drogas por parte del cantante) con un arma que el propio Gaye le había dado cuatro meses antes.
Sin embargo, pese a todos los acontecimientos ocurridos después de 1983, el Juego de las Estrellas de Los Angeles será siempre recordado por el evento protagonizado por Marvin Gaye, en el cual pudo brillar por última vez. Gracias a su talento, Marvin demostró que una voz y un instrumento pueden cambiar y paralizar el mundo en cuestión de segundos, que la música y quien la interprete pueden hacer olvidar por un minuto los problemas.
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