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El 29 de septiembre de 2014 se abrió la temporada de la Liga Nacional con un clásico marplatense que tuvo más golpes que juego fluido. Peñarol recibía a Quilmes en un Polideportivo Islas Malvinas repleto. La rivalidad alta, la tensión palpable y el partido se vivía como una final pese a ser el primer juego de la campaña. En ese contexto, el joven Luca Vildoza, con apenas 19 años, se cruzó de manera involuntaria con el máximo emblema del Milrayitas, Leo Gutiérrez, en una jugada que terminó marcando para siempre la cara del veterano multicampeón.

Cuando faltaban tres minutos para cerrar el segundo cuarto, una lucha por un rebote derivó en un encontronazo confuso: Gutiérrez cayó con la pelota, y Vildoza se tiró de cabeza para recuperarla. En la acción, una parte de Luca impactó con fuerza en la frente del ala-pivote. La sangre brotó de inmediato manchando todo a su paso. Leo no se movía, y la televisión captó el corte abierto, que luego necesitaría atención urgente. El golpe fue tan certero como accidental. El juego siguió sin su figura, que recién volvió en el tercer cuarto, vendado como un gladiador.

A pesar de la herida, Gutiérrez fue uno de los más destacados de su equipo, con 13 puntos y 7 rebotes en 32 minutos. Su retorno incluyó un gesto que lo enaltece aún más: antes de reincorporarse a la rotación, se acercó al joven Vildoza para tranquilizarlo y dejarle claro que no le guardaba rencor. Quilmes terminó ganando 68-64 ese duelo, en el que el prometedor Luca solo jugó 9 minutos, pero dejó una huella involuntaria que aún hoy se nota.