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Bill Russell falleció este domingo 31 de julio a los 88 años y su legado, ya iniciado en vida, continuará por los siglos de los siglos. Repasando su vida, llena de sucesos e historias, dentro y fuera de la cancha de básquetbol, hubo una que nos sorprendió especialmente: Russell no firmaba autógrafos. 

La historia, contada por el periodista de Sports Illustrated Frank Deford en un excelente informe realizado a fines de los 90, tiene su explicación, más allá de resultar chocante a simple vista, sobre todo por ser Russell una persona encantadora y muy sociable. Pero los motivos que daba eran, como él, especiales y particulares.

Russell creía que podía compartir más al no dar autógrafos, porque en lugar de una firma garabateada impersonal, podía surgir una conversación civilizada con la otra persona. Entonces, inmediatamente después de contestarle a alguien que se le acercaba por una firma "Disculpa, no doy autógrafos", habitualmente seguía otra frase si el receptor no se había enojado: "¿Te gustaría darme la mano?". Y tal vez se ponía a charlar si todo iba bien. 

Más allá de la anécdota, la historia habla de una persona que, ya fuera en cosas importantísimas, como las relacionadas al racismo, o en pequeñas, como esta, era dogmático. Y el tema de los autógrafos le trajo más de un problema, incluso con sus propios compañeros de los Celtics. 

En una ocasión, tuvo una pelea fuerte con Satch Sanders, con quien ganó 8 anillos de la NBA en conjunto. Sanders buscaba algo a priori muy simple: tener la firma de todos los jugadores de Boston con los que había jugado. Y Russell no le dio la suya. "De todas las personas, tú Satch, sabes cómo me siento al respecto". "¡Pero soy tu compañero Russ!". No hubo manera. 

Russell era una fábrica de frases y tenía muy claro que no había negociación en ciertas cosas, aunque fueran pequeñas como la de los autógrados. Uno de sus latiguillos era: "Debes vivir una vida con la menor cantidad de cosas negativas posibles, sin consentir". Así lo hizo él.