Basquetplus.com

Steve Kerr, hoy entrenador de los Golden State Warriors, sabe lo que es tomar una decisión impopular y sufrir las consecuencias. En 2008, cuando era gerente general de los Phoenix Suns, ejecutó un traspaso que sacudió la franquicia: envió a Shawn Marion y Marcus Banks a Miami a cambio de un Shaquille O’Neal de 35 años y múltiples problemas físicos. La apuesta por un veterano con historial de lesiones en busca de un campeonato no cayó bien en la afición, y Kerr lo vivió en carne propia. "Recibí amenazas de muerte por correo electrónico", recordó recientemente, mostrando su empatía con el actual GM de los Dallas Mavericks, Nico Harrison.

La situación de Harrison es aún más explosiva. Su decisión de enviar a Luka Doncic a los Lakers a cambio de Anthony Davis ha generado un terremoto en Dallas, con fanáticos indignados y amenazas que van más allá de las redes sociales. El paralelismo con el caso de Kerr no es solo en la reacción pública, sino en la lógica del movimiento: al igual que Phoenix apostó por un pívot dominante pero envejecido, Dallas confió en un jugador con talento, pero con un historial médico preocupante. Y la desgracia no tardó en llegar: Davis, en su debut con los Mavs, sufrió una lesión que lo dejará fuera al menos un mes, profundizando el enojo de la afición.

En su momento, Shaq respondió a los críticos con una sólida temporada 2008-09, promediando 17.8 puntos y 8.4 rebotes y volviendo a un All-NBA Team. Sin embargo, el experimento de Kerr fracasó cuando Amare Stoudemire se lesionó y los Suns se quedaron fuera de los playoffs. La historia no augura buenos presagios para Dallas: sin Doncic, con Davis en duda y con una afición en pie de guerra, la presión sobre Harrison solo crece. "Esto es un negocio difícil", dijo Kerr sobre la situación en Dallas. "Todos deben tomar decisiones complicadas y lidiar con las emociones que generan".

Mientras los Mavs intentan sobrevivir al huracán mediático y deportivo, la fractura entre los hinchas y la dirigencia sigue profundizándose. Como Kerr en su momento, Harrison enfrenta el juicio implacable del público, pero con un agravante: si la apuesta por Davis no rinde frutos, la sombra de Doncic en Los Ángeles será una condena perpetua.