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El 12 de enero de 2000, la NBA perdió a uno de sus jugadores más ejemplares fuera del radar mediático: Bobby Phills. Reconocido como un defensor feroz que incluso frustró a Michael Jordan —quien lo calificó como “uno de los mejores defensores que enfrenté”—, Phills dejó su huella con actuaciones que trascendieron sus números.

Su carrera, que comenzó con Cleveland Cavaliers y brilló con Charlotte Hornets, culminó trágicamente tras un accidente automovilístico en Tyvola Road, cuando corría una picada junto a su compañero David Wesley. Con solo 30 años, el legado de Phills quedó marcado no solo por su juego, sino también por su trágico desenlace.

Fue en Charlotte donde su versatilidad como especialista defensivo y tirador de tres puntos lo convirtió en una pieza clave. Entre 1997 y 2000, participó en poco más de 100 partidos con los Hornets, alcanzando las semifinales de conferencia en 1998 y siendo un referente tanto dentro como fuera de la cancha. La camiseta número 13 que vistió fue retirada poco después de su muerte, y permanece como un símbolo de respeto y admiración en la franquicia, ahora rebrandeada nuevamente como los Hornets.

El accidente, provocado por exceso de velocidad y negligencia, impactó profundamente en la comunidad de Charlotte. Wesley, quien salió ileso, enfrentó cargos por conducción imprudente, pero la pérdida de Phills fue un recordatorio doloroso sobre los riesgos fuera de la cancha. Veinticinco años después, el recuerdo de Bobby Phills sigue vivo no solo en los números ni en los highlights, sino en la memoria colectiva de una franquicia que lo considera un eterno.