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Para los argentinos amantes del básquet, la famosa salida de Luis Scola por el túnel que conectaba la cancha con la zona mixta y los vestuarios en los Juegos Olímpicos Tokio 2020 nos partió el alma. Incluso mucho más que la derrota recientemente consumada ante Australia por los cuartos de final. Esa salida, ese partido, esa derrota, esa imagen, marcaba el retiro de la Selección Argentina del Luifa.

Luis, a lo largo de su carrera, fue sinónimo de Selección Argentina. Luis dejó de lado todo lo demás y priorizó el representativo nacional. Siempre. Se cruzó el mundo entero para decir presente, para no faltar, pasando más horas en el cielo volando que las que estuvo en tierra para jugar. Pero ese fue Scola, incondicional para la celeste y blanca. Más de dos décadas ininterrumpidas poniendo la bandera argentina a flamear lo más alto posible.

Con Luis en cancha sabíamos que los imposibles eran posibles. Scola, como abanderado de la Selección, nos motivaba para ver y seguir al equipo en el torneo que sea, sabíamos que si estaba él, otros de los estandartes iban a estar presentes y podíamos hacerle frente a cualquiera que se nos pusiera adelante. Si caímos, íbamos a caer de pie, dando todo.

Esa imagen quedará grabada para siempre en nuestras retinas. Como la de Manu Ginóbili un par de años atrás cuando se retiró jugando en los Juegos Olímpicos Río 2016, o como cualquiera de los anillos que el propio bahiense ganó en la NBA vistiendo la camiseta de San Antonio Spurs. Luis no solo fue una de las leyendas del deporte argentino, también lo fue del deporte mundial.

El retiro de Luis dolió mucho, aún es una herida que no termina de cerrar. La imagen de su despedida fue muy fuerte y, para colmo, el representativo nacional no pudo clasificarse al Mundial 2023 y tiene un camino muy difícil para llegar a los Juegos Olímpicos París 2024, lo cual hace que se recuerde aún más a Scola en la Selección, porque Luifa era la Selección y con él no le teníamos miedo a nada.