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“Espero que todos ustedes estén pensando en el segundo lugar, porque estoy ganando esto”, les dijo Larry Bird a todos. Y comenzó a lanzar, lanzar y lanzar sin parar ni fallar. Era el torneo de triples de 1988 y el de melena rubia ya sabía que iba a ganar, por lo que entró al vestuario en el que estaban todos los participantes y simplemente les dijo eso. Nadie podía creer la confianza que tenía, pero era uno de los mejores jugadores de la historia y aquel concurso era su preferido.

Y en el partido se cumplió el presagio. Fue simplemente colosal y dominante, llegando a la final sin siquiera sacarse su sobrecamiseta. En la última instancia tampoco tuvo mucha oposición y hundió el tiro ganador extendiendo el dedo índice de su mano derecho antes de que la pelota haga la suave melodía del "chas". El público quedó a sus pies, y él demostró que nadie, pero nadie, lo podía vencer en ese campeonato.

Por si eso fuera poco, al año siguiente, en el mismo concurso, Dale Ellis le dijo a la prensa que Bird no tenía mucho que decir en esa temporada. "No hay necesidad de hablar esta vez. Todos sabemos quién va a ganar", le contestó Larry. En aquel torneo el 33 no participó y el de Chicago se consagró campeón. Cuando le preguntaron si la victoria era incompleta porque no estaba el rubio, Ellis respondió: "Él sabe dónde encontrarme". "Sí, al final del banco de los Bulls", le replicó unos días después el de Boston. 

Ignacio Miranda/ [email protected]
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