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En muchas ocasiones las grandes estrellas de la NBA dejan de lado sus egos personales en pos de conseguir objetivos importantes en el plano colectivo. Resigan protagonismo si es necesario, se tragan el orgullo, disimulan las diferencias con las otras figuras del equipo, hasta que llega un momento que todo eso explota y sale a la luz. El problema cuando explota es cuánto daño genera en los alrededores.

Kobe Bryant y Shaquille O’Neal conformaron una de las mejores parejas de la historia de la NBA. La cual se vio potenciada con Phil Jackson, el entrenador que venía de salir campeón seis veces en siete temporadas con Chicago Bulls. El oriundo de Montana supo lidiar con ambas estrellas, controlar sus egos, hacer que se potencien el uno al otro, lograr que reine la paz y esa fue la clave del éxito.

Fue un proceso de ocho años juntos con tres títulos de la NBA y cuatro finales. En esa época los Lakers lograron conseguir el último “three-peat" de la historia: 1999, 2000 y 2001. Pero tras la derrota sufrida en las finales del 2004 a manos de Detroit Pistons, la situación se desbordó y la mala relación entre Kobe y Shaq era imposible de disimular y de ponerla en segundo plano.

Esa caída fue el punto final para una de las últimas dinastías de la NBA. Jackson quería que el interno continúe en el equipo, era su bastión, mientras que Jerry Buss tenía a Kobe como el pilar fundamental para los Lakers. Phil luchó y peleó para que a Shaq se le renovara el contrato, pero no solo que se le rechazó la renovación, sino que tanto O’Neal como Jackson terminaron fuera de los Lakers. 

Jerry Buss viendo que Shaq de a poco iba perdiendo protagonismo en el juego interno y cada vez perdía más su figura por sus continuos desarreglos y su falta de cuidado, quiso usarlo como moneda de cambio. Intentó convencer a Mark Cuban de hacer un traspaso entre los Lakers y Dallas Mavericks. ¿Cuál era el objetivo del dueño de la franquicia angelina? Nada más y nada menos que Dirk Nowitzki.

Cuban no entró ni en discusiones ni en negociaciones con Buss. Rechazó la propuesta, le dijo que Dirk era su jugador fundamental, que era tan importante para ellos como lo era Kobe o Shaq para los Lakers. Así que Jerry debió buscar por otro lado y consiguió negociarlo con Miami Heat. Las diferencias entre Kobe y O’Neal eran tan grandes, que el grandote se fue de la franquicia angelina sin saludarse con su compañero. Por el lado de Bryant, firmó un contrato con los Lakers de más de 136 millones que le ataba a la entidad para las próximas siete temporadas.

Con el tiempo se reconciliaron. Incluso Kobe también lo hizo con Phil, con quien luego volvió a compartir equipo y sumaron dos anillos más. Lo cierto que la derrota en 2004 ante los Pistons hizo mella y golpeó tan fuerte que casi logró traer a otra estrella a los Lakers.