La increíble única experiencia de Chapu Nocioni con las menores de Argentina
21:52 15/03/2025 | Andrés apenas había llegado a Racing cuando, por intermedio de León Najnudel, se sumó a la selección que jugó y ganó el Sudamericano de Cadetes de 1995.
Contamos la visión de Luis Scola la primera vez que lo vio a Andrés Nocioni, pero falta la historia completa de cómo Chapu llegó a ese seleccionado. Es que él ni siquiera había estado en la preselección hasta que León Najnudel hizo su magia.
En Chapu, Historias de un Guerrero, se cuenta claramente cómo dejó a todos boquiabiertos.
Apenas se sumó a Racing, se produjo una situación singular. Argentina se preparaba para jugar un Sudamericano de cadetes de 1995 en Arequipa, Perú. La preselección se entrenaba en Carmen de Patagones, pero se hospedaban en Viedma, en un albergue. Si bien el entrenador jefe de todas las selecciones argentinas era Guillermo Vecchio, a ese equipo lo dirigía el bahiense Guillermo López y el asistente era Fabián Cubito. La curiosidad era que Nocioni no estaba convocado. Ni a la preselección, que era enorme, de casi 40 jugadores.
Najnudel se movió rápido y llamó a Rubén Magnano, que era asistente de Vecchio, para decirle que no podían dejar afuera a este pibe. Magnano se comunicó entonces con López, quien accedió obviamente a que lo mandaran al Sur para que se sumase a las prácticas. Pilo (papá de Chapu) no podía hacer semejante trayecto en auto (más de 1100 kilómetros había desde Gálvez, donde Chapu pasaba unos días), entonces lo llevó hasta Retiro, en Buenos Aires, y lo puso en un colectivo al Sur que tenía un problema, no tenía parada formal ni en Viedma, ni en Patagones, pero podían dejarlo entre ambas ciudades, en la ruta 3, en una rotonda. Por eso, Pilo se comunicó con Daniel Rubio, más conocido como Chorizo, padre de Maxi, un entrenador que era asistente de la selección de cadetes de Río Negro, que aprovechaba la presencia de Argentina y hacía de sparring y le daba una mano en lo que podía.
Maxi tenía la misión de esperar a Nocioni en la ruta. Llegaría a eso de las 3 de la madrugada. Chapu no pegó un ojo en todo el viaje, que duró 12 horas. Tenía miedo de pasarse. “No sé por qué me dijeron a mí que me encargara -recuerda Rubio-. Me encajaron el trámite y fui con una Renault 18 break, no me olvido más. Cuando llegó tenía una cara de sueño bárbara. Lo llevé a dormir a mi casa en Patagones y al otro día lo dejé en el entrenamiento, en Atenas”. Años más tarde, Rubio participó varias veces como coordinador en un campus de Nocioni en Gálvez y, cada vez que lo veía, le recordaba: “Yo te llevé a la selección”. Literalmente, era cierto. En coche.
“Lo pienso hoy y me parece increíble. Mi viejo me dejó en Retiro, que no conocía, yo tenía 15 años y me tenía que bajar en el medio de la ruta, sin saber dónde. Si el chofer se olvidaba de avisarme, seguía de largo. Yo miraba por la ventana a ver si en algún momento aparecía un cartel que dijera Patagones. Imaginate. Nunca había salido solo de Santa Fe, salvo una vez a Retiro, pero con mi hermano”.
La cuestión es que Rubio dejó a Nocioni en su primera práctica, en Atenas de Patagones, a las 9 de la mañana. Chapu no conocía a nadie, salvo a Luis Scola. “Había un mito con Scola. De un chico que parecía un viejo. Yo lo conocía. Luis ya había jugado un Mundial juvenil unos meses antes y fue al primero que me crucé y, bien a mi estilo, le dije ¿qué hacés vos acá, por qué no vas directo al torneo? Luis siempre se acuerda de eso”. Scola, de memoria privilegiada, lo confirma: “Era un tiro al aire, un caballo salvaje, y cambió todo el plan, porque hacía varios días que veníamos entrenando y medio como que ya nos habíamos acomodado. Pero bastó una práctica para que quedara claro que debía estar. Solo tenía el problema del exceso de testosterona”.
Chapu también recuerda otro punto clave de ese día: “Noté la diferencia física que tenía. Como éramos un montón, se armaron 4 equipos. Miré el primer partido desde afuera y vi cómo jugaban, entonces cuando me tocó entrar en el siguiente partido, armé un torbellino, para bien o para mal. Era un salvaje. Natural, no preparado”. Lo recuerda perfectamente uno de sus compañeros, el cordobés César Bernardt: “Nadie sabía quién era. En la preselección ya se habían hecho varios cortes y un día llega este pibe, con un flequillo medio ridículo, para abajo. Era un grandote musculoso. Y no me olvido más que se hizo un cinco contra cinco y en la primera jugada cortó un pase, se fue solo y pegó un volcadón que dejó la jirafa, que no tenía aros rebatibles, temblando. Se hizo un silencio general. Nadie entendía nada”. Esa fogosidad hizo que pronto no quedaran dudas de que tenía que quedar en el equipo. No solo eso. Fue titular en todo el torneo.
Otra de las fotos que le quedaron en la mente a Chapu fue lo que llovió esa semana en Viedma. “Teníamos que bajar todos los pibes a empujar el colectivo para ir a entrenar porque se quedaba atascado en el barro”.
Para completar una preparación extraña, Argentina, que había llevado muchos bases a la preselección, tuvo que recurrir a otro más tarde porque ninguno conformó. Federico Sureda, bahiense, fue el elegido. Llegó incluso después que Chapu a los entrenamientos. Y también terminó siendo titular. Ya con los 12 definidos, Vecchio llegó a Roca, donde se hizo un amistoso contra la selección de la provincia que se preparaba para el Argentino de Jujuy. Allí estaban algunos que habían sido cortados por López, como Julio Mázzaro y Martín Aguirrezabala. Mázzaro, que había quedado bastante molesto con su corte, les metió más de 30 puntos (gritaba todos los goles) y Río Negro le ganó a Argentina. Un hecho insólito. Vecchio se agarraba la cabeza en la tribuna.
Nocioni y el resto de sus compañeros viajaron en colectivo a Buenos Aires y de allí se fueron a Perú. Era la primera vez que Chapu se subía a un avión. “Mi cabeza explotó. Ahí me dí cuenta que yo quería jugar al básquet para eso. La pasé bárbaro en Arequipa. Me encantó ver que era todo diferente. Otra cultura”. Anticipándose a la historia, su compañero de habitación fue Luis Scola.
La cuestión es que, como ocurriría tantas veces en las dos décadas siguientes, lo que pasaba en la preparación no se correspondió con lo que ocurría en los torneos.
Argentina ganó el Sudamericano de Perú venciendo en la final a Brasil 93-88, con Scola como gran figura y Nocioni como su fiel lugarteniente. “Fue un torneo difícil. Perdimos en la fase regular contra Brasil, aunque después le ganamos la final. Venezuela también fue jodidísimo, pero el torneo y la experiencia fueron hermosos para mí. Estaba Vecchio, que a mí me generaba mucho respeto por ser el entrenador de la selección, acompañando al equipo, y todo eso me generó mucha alegría”.
Claudio Villanueva ya trabajaba con Scola y recuerda que, al recibirlo en Ezeiza al retorno, el primer comentario que le hizo fue: “Nocioni es un animal”. Fue la única participación de Chapu en una selección argentina menor.
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