Informe especial

Extranjeros que hicieron historia: Carey Scurry

15:39 20/06/2020 | Fue NBA, vino a la Argentina dos veces: en 1991 para GEPU y en 1995 para Ferro. Fue un crack pero el alcohol no fue su mejor compañero.

En Utah, GEPU y Olympiacos

Después de salir campeón en la temporada 1990/91 con un plantel fantástico, GEPU de San Luis encaró la campaña 1991/92 con un problema central: el retorno de Héctor Campana a Atenas. Pichi era el mejor jugador de la Argentina, ofensivamente insustituible, y GEPU quería seguir siendo protagonista. Como también había perdido a Charles Parker, necesitaba alguien con alto poder de gol. Y lo encontró.

Se llamaba Carey Scurry, era alero, medía 2.01 y sus antecedentes deportivos eran excelentes. Elegido en la segunda ronda del draft de 1985, con el nro 37, quizá no le tocó el mejor sitio para caer, porque lo seleccionó Utah Jazz. En el estado mormón, la vida nocturna no tiene demasiada cabida, y menos en ese equipo donde arrancaban dos tipos que formarían una dupla única, y con cero margen para aceptar mal comportamiento: John Stockton y Karl Malone.

Para ese entonces, ya tenía problemas con el alcohol, y eso hizo que nunca terminara de encajar en el equipo, pese a ser un atleta fenomenal, con unas condiciones físicas única y un talento enorme. Tras dos temporadas y media irregulares, le tocó una media temporada final en la NBA en los Knicks, y entonces su paso siguiente fue Europa, tras 188 partidos en la élite. 

Arrancó en un lugar muy bueno para jugar pero muy malo si la noche y la bebida son un problema: Olympiacos, en Atenas, Grecia. Allí, dice la leyenda, los hinchas del club del Pireo lo apodaron "El Jordan borracho". Duró solo un año tras pegarle una patada a su entrenador en pleno partido de Copa Korac. 

Tras jugar en la CBA, le tocó llegar a la ACB de España, al Granollers, donde la rompió, pese a que su vida nocturna seguía muy agitada. De hecho, tuvo un choque con su auto estando borracho y eso le costó la continuidad, porque lo estaba haciendo muy bien. 

En ese momento le toca llegar a la Argentina. Parecía que ya había vivido dos vidas, pero tenía solo 29 años. Y, pese a sus desajustes, una capacidad atlética impresionante. Volaba, literalmente. Con él de figura central, GEPU llegó a las finales ante Atenas, pero no pudo frente al súper equipo cordobés, pese al nivelazo de Scurry, que ese año promedió 27.4 puntos y 7.4 rebotes en 40 partidos, promediando casi 33 minutos por juego. 

Luego anduvo por Europa, el TNA (Mendoza de Regatas), Brasil y Chile, hasta que Ferro volvió a rescatarlo para la campaña 1995/96, un equipo con muchos jóvenes con futuro (Gabriel Fernández, Luis Scola, Cristian Aragona, Martín Budding) y necesidad de liderazgo. También estaban los veteranos Horacio Beigier, Jorge Zulberti y Gabriel Moravansky. El equipo lo dirigía Orlando Ferratto. 

Los compañeros lo recuerdan como uno de los talentos más brillantes que haya pasado por Caballito, pese a que ya tenía 33 años y mucho kilometraje en el motor. Sus piernas seguían intactas y sus vicios también, pero el tipo no faltaba a las prácticas, aunque todos sabían de su problema. A veces, claro, su carácter le jugaba alguna mala pasada. 

Así fue que terminó su carrera en la Argentina. En un partido por la 18º jornada, el árbitro Daniel Godachevich le pitó una técnica, Scurry se enojó y le pegó una patada en el culo, que generó su expulsión y el fin de su año en Ferro. Una vez más. 

Ya no quedaban muchas balas en el revólver de Carey. En 1998 terminó su carrera jugando para Unión Deportiva Española de Chile, tras ser campeón en 1996 y segundo en 1997 con Colo Colo, y hace unos años se filmó un documental, narrado por el propio Scurry, que agregamos al final de este informe. Hoy vive en Brooklyn y vive de la pensión que le quedó por sus años en la NBA. Un crack que, como tantos, nadie sabe dónde hubiese llegado si hubiera podido dominar sus impulsos.

 

Fuente: 
www.endesabasketlover.com

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