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Shaquille O’Neal fue uno de los jugadores más determinantes en la historia de la NBA. Desde su irrupción en la mejor liga del mundo en el año 1992, dominó el juego interno, fue imparable en esa zona y pudo conseguir cuatro anillos de campeón, con dos franquicias distintas, integrando grandes equipos.

En gran parte, ese dominio que tuvo en las zonas cercanas al aro, fue por su potencia física y su gran tamaño. Pero eso que le favoreció para convertirse en una de las grandes estrellas de la NBA, antes fue un problema para él y le trajo más de un dolor de cabeza.

Hace varios años, durante una entrevista con Carl Fussman, contó lo que le sucedía en su etapa de adolescente. “Yo era más grande que todos y los niños se burlaban de mí, me llamaban ‘Shaquilla el Gorila’ o ‘Shaqueer’. Entonces les pegaba porque no me gustaba”, comenzó y enseguida agregó: “Pasé de ser un matón a un delincuente juvenil de nivel medio. Solía cargar un cuchillo. Mi papá y mi tío me decían: ‘Te vas a meter en problemas e irás a la cárcel’”.

Luego, contó una historia, que lo marcó y fue la que cambió su vida para siempre: “Tenía unos trece años y un tipo me delató por tirar algo en clase. Lo alcancé después de la escuela y lo golpeé. Cuando el niño cayó, lo pateé”. Pero, la situación no quedó ahí, Shaq continuó: “Luego comenzó a tener un ataque epiléptico. Un hombre salió corriendo de su auto y le puso algo en la boca al niño y lo hizo parar”.

Para cerrar, agregó: “Si ese tipo no hubiera venido, el niño podría haber muerto y yo habría terminado preso. A partir de ese día, fui una persona diferente”.