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El 5 de mayo de 2002 marcó el fin de una era para Manu Ginóbili y la Kinder Bolonia, que buscaban coronarse en la primera edición de la Euroliga moderna. Después de una campaña brillante, los italianos llegaron como favoritos absolutos a la Final Four disputada en su propia casa, el PalaMalaguti. Con el bahiense como estandarte, el equipo dirigido por Ettore Messina superó a la Benetton Treviso en semifinales con un cómodo 90-82. Pero la final, ante un Panathinaikos liderado por Dejan Bodiroga y Zeljko Obradovic, fue otra historia. A pesar de los 27 puntos, 5 rebotes, 2 asistencias y 3 robos de Manu, la Kinder sucumbió por 83-89 ante un conjunto griego que hizo gala de nervios de acero y una ejecución perfecta en los momentos clave.

La actuación de Ginóbili fue legendaria, pero insuficiente frente a la solidez del Pao. Bodiroga brilló con 21 puntos y el MVP, respaldado por Lazaros Papadopoulos en la pintura y un triple crucial de Ibrahim Kutluay a poco más de un minuto del final. Ese triple fue posible gracias a una asistencia de Bodiroga, quien se consolidó como el cerebro del equipo. El Panathinaikos remontó una desventaja de ocho puntos al descanso. Para Pepe Sánchez, que formaba parte del campeón griego (jugó 4 minutos en la final), el duelo fue especial, y su conexión con Ginóbili trascendió a lo que sucedió en la cancha: “Después de que mi equipo venciera al de Manu en la final de la Euroliga, Ginóbili no salió de su casa durante una semana”, recordó el base argentino, según Zach Lowe.

Esa final no solo dejó un sabor amargo para Ginóbili, sino que marcó el declive de la Kinder Bolonia, que acumulaba tres finales europeas en cinco años. Las dificultades económicas del club lo relegaron a la segunda división italiana en 2003, cerrando un capítulo brillante del básquet europeo. La salida de Manu a la NBA y la partida de figuras como Jaric, Rigaudeau y Smodis desarmaron a un equipo que parecía invencible. Aquella además fue la primera de la Euroliga unificada bajo la ULEB. Panathinaikos no solo venció a Bolonia, sino que consolidó el modelo de la "nueva Euroliga" como el torneo más prestigioso de Europa. Para Ginóbili, fue el adiós a Europa, pero también la confirmación de que estaba listo para el desafío más grande del mundo del básquet.

Pablo Catalá / [email protected] 
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