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Después de Río 2016, las expectativas de volver a ver como gran protagonista en Mundiales o Juegos Olímpicos al seleccionado argentino no eran tan altas. Sin embargo, poco a poco el equipo de Sergio Hernández engranó, primero en la Americup 2017, y luego durante las Ventanas clasificatorias a China 2019, donde Argentina brilló y convenció a Luis Scola de que estaban para grandes cosas.

En el libro El Abanderado, el propio Oveja recordó el momento puntual: “Estaba por ir a la zona mixta en Formosa, después de sacarle casi 30 puntos a Puerto Rico, y Luis me agarró del brazo, se me acercó y me dijo: ‘Estos pibes son buenos de verdad. En serio, juegan muy bien. ¿No te parece que deberíamos empezar a hablar entre nosotros de semifinales del mundo?’ Imaginate la cara que habré puesto yo, que me miró y me dijo: ‘¿Qué, te parece mucho?’ -rememora Sergio Hernández-. Después me preguntó qué opinaba yo de hacer cuartos de final y le contesté que eso me parecía posible, que era una posibilidad real. Entonces me liquidó con su remate: ‘Bueno, entonces hablemos de hacer semis. Porque lo que le falta a este grupo es sacarse la mochila de la Generación Dorada y para eso se necesita que alguien les muestre que confían en ellos'”.

Y ese pensamiento se mantuvo hasta el inicio de la concentración en Bahía Blanca. “Después de la primera charla que dio Hernández, tomó la palabra y les dijo a sus compañeros: “No digamos esto para afuera, pero nosotros tenemos que pensar en llegar a estar entre los mejores cuatro si queremos clasificarnos a (los Juegos Olímpicos de) Tokio. Y sepan algo: este equipo lo puede hacer. Se los digo porque vengo viendo cómo jugamos durante estos últimos años, vengo viendo cómo está jugando cada uno en su club y veo lo que somos nosotros como equipo”.

Tiempo después, durante la pandemia y en el podcast Hola Que Tal, el gran capitán rememoró esos momentos: “Cuando dije que podíamos ser semifinalistas, estoy seguro de que varios me miraron con cara de loco. Era casi gracioso ver la cara de pánico que pusieron todos. Yo no sabía que estábamos para ser semifinalistas del mundo. No tenía forma de saberlo. Pero hace mucho tiempo escuché una nota de un viejo entrenador de las Leonas. Ellas estaban ahí, luchando por ganar una medalla, pero cada vez que lo estaban por lograr, perdían en cuartos de final, en el partido por el tercer y cuarto puestos... Siempre quedaban al borde. Así llegó un momento, antes de un torneo, en que el tipo les dijo: ‘Van a salir campeonas’. Todas lo miraron como pensando que estaba loco. ‘Si todos los años no podemos ganar la medalla, ¿cómo vamos a salir cuatro puestos más arriba?’, pensaban. Y terminaron ganando la medalla de plata”.

Y también explicó su propio pensamiento. “El tipo contaba una cosa que está estudiada: que la mente pone un límite. Si vos creés que no vas a pasar cierto lugar, no vas a pasar ese lugar. Ese lugar es un límite mental que te ponés. Si como equipo, todos creen que no son capaces de conseguir una medalla, no la van a conseguir nunca. Van a perder ese partido porque creerán que no son capaces de ganarlo. Creer que la podés ganar no te garantiza ganarla, pero te da una posibilidad. Cuando llegue ese momento, vas a poder competir libremente y al máximo de tus posibilidades”.

“Yo estaba convencido de que podíamos ganarla. Y pongo este ejemplo: en la final del Mundial jugamos un básquet totalmente diferente al resto del torneo. Si nosotros en vez de decir ‘semifinales’, hubiéramos dicho ‘Vamos a salir campeones’, no sé si ganábamos, pero sí hubiéramos competido al máximo de nuestro nivel, cosa que ese día no pudimos hacer. Si apostás a ganar una medalla, lo máximo que vas a conseguir va a ser ganar una medalla. Si apostás a salir campeón, lo peor que te va a pasar es conseguir una medalla. Y ahí está la tarea para el hogar: no limitar nuestras cabezas y empezar a pensar en grande. No hay ningún límite”.

Alejandro Malky / [email protected]
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