Historia de Argentina en los Juegos Olímpicos: Río 2016
15:43 24/07/2021 | Esta vez sí fue el adiós. La última gira dejó conformes a todos, más allá de los resultados. La fiesta fue inigualable.
Resumir lo que fue Río 2016 gráficamente, en texto, es casi imposible. Río fue olores, fotos, gestos, gritos, ruidos, sensaciones. Nunca se repetirá algo igual. Porque esta vez sí no había dudas de que se terminaba una era. Porque la Generación Dorada fue mucha gente, pero al mismo tiempo, poca. El núcleo duro, durísimo, siempre fueron 3: Manu, Luis y Chapu. Y en Brasil se iba uno seguro (Ginóbili), y otro que lo tenía decidido pero no oficializado (Chapu). Si solo el recuerdo ya pone la piel de gallina.
La épica de ese equipo se alimentó permanentemente. Desde el retorno de Manu al equipo, luego de perderse el Mundial 2014 por decisión de los Spurs. Por la convocatoria de otro histórico como Carlitos Delfino, que volvía a jugar, directamente en Río, después de más de 3 años y muchas operaciones en su maltrecho pie. Por la forma en la que se había logrado ese lugar en Río, un año antes, en México, con lo que sería el (desconocido) inicio de un nuevo tiempo, consolidado en los años siguientes.
Argentina se armó con un equipo formado por 4 jugadores de más de 34 años, con 3 Juegos Olìmpicos encima, y dos medallas. Y un grupo de jóvenes que venía esperando su oportunidad, con Facu Campazzo a la cabeza, pero también con chicos que ya habían roto el cordón umbilical. Querían escribir su propia historia: Laprovittola, Deck, Garino, Delía, Brussino.
De todos modos, el magnetismo que acaparaban Manu, Chapu, Luis y Delfino era demasiado grande. Aprovechando la realización de los Juegos en Brasil, Argentina armó la mejor preparación de su historia, con un par de amistosos en Buenos Aires y un torneo en Córdoba donde el nivel fue extraordinario: Australia, Lituania, Croacia, Francia y Serbia. Los ganó todos, salvo el de Australia, que perdió por uno. Se llegó a Río con una efervescencia difícil de explicar, porque en Río además pasaría algo único: habría muchísimo público argentino, sobre todo en el básquet.
Para colmo, el equipo arrancó derechito, ganándole con mucha facilidad a Nigeria (que ya era calificado como posible sorpresa) y con claridad a Croacia, una potencia. La caída ante Lituania en el tercer juego, sobre el final, fue el comienzo de una situación que terminaría perjudicando mucho, porque los lituanos quedaron en un lugar expectante, donde iban a poder elegir luego el rival de cuartos.
De todos modos, lo que más quedará en el recuerdo de esos Juegos fue el siguiente choque, el cuarto, ante los locales, que tenían la gran chance histórica de pelear por una medalla. Siempre con Magnano en el banco. El partido es, sin dudas, uno de los 5 más importantes de la historia de la selección, y no por definir un título, sino por el ambiente que se generó. El que perdía, prácticamente quedaba afuera de los cuartos de final. Ganar era un espaldarazo. Los brasileños habían vencido a España, pero perdido contra Lituania y Croacia. Estaban ahorcados.
Argentina dominó de entrada, Brasil lo dio vuelta en el segundo cuarto y llegó a sacar 10 de ventaja, pero con mucho esfuerzo Argentino lo equiparó, hasta llegar al final mal, 8 abajo, con menos de tres minutos en el reloj. Campazzo, que ya era figura del equipo antes de ese partido, decidió hacerse cargo y anotó 7 puntos seguidos, para dejar la diferencia en 1. Huertas aportó 2 libres y, para la última, Argentina atacó 3 abajo. Brasil no cortó, Manu tiró un triple que pegó y salió, Facu agarró un rebote ofensivo entre las torres inexplicablemente y logró dársela a Nocioni, que tiró de costado, con Guilherme encima, un triple imposible. Pero la pelota pegó 3 veces en el aro y entró. Suplementario.
Otra vez Campazzo se hizo cargo en un partido, pero estaba todo muy cuesta arriba. Otra vez hubo que levantar un resultado adverso, y esta vez el que tuvo para cerrar el partido fue Manu, pero falló la última y hubo que ir a otro tiempo extra. La tensión era imposible de sostener. Pero en ese momento se abrió el aro, Garino metió una bomba clave, Chapu completó uno de los mejores partidos de su vida con la selección (37 puntos, 11 rebotes y 8/12 triples), y Argentina ganó 111-107.
Lo que vino después fue un baldazo de agua fría, porque Argentina estaba 3-1 en resultados, segunda atrás de Lituania, y ese mismo día los lituanos perdieron por 50 contra España, que ya sumaba dos derrotas. Una situación generaba sospechas, y era que Serbia, en el otro grupo, ya se acomodaba para terminar cuarto, por su muy mal arranque, y los malpensados creyeron que los lituanos no querían terminar primeros en el grupo, para evitarlos. Eso llevó a que Argentina se viera obligada a ganarle a España, o resignarse al cuarto puesto, si es que, como se sospechaba, Lituania no le hacía mucha fuerza a Croacia en la última jornada, algo que finalmente sucedió.
Ante España, Argentina estaba muy agotada tras el partido contra Brasil, y no hubo chances, y con el triunfo de Croacia ante los lituanos, se acabó en un cuarto puesto, con los 4 equipos igualados en récord (3-2). Fue el fin anticipado, porque el choque de cuartos sería ante los Estados Unidos, sueño que duró 6 minutos, en los que Argentina se adelantó 19-9. Se despertó Durant, Estados Unidos clavó un parcial de 14-2, pasó al frente y se acabó el partido.
Los últimos minutos de ese encuentro, con todo definido, fueron de lo más emotivo que se haya visto en una cancha de básquet. Los norteamericanos no entendían qué pasaba. Veían que la gente, varios miles de argentinos presentes en el estadio, se movía en las tribunas, juntándose en un sector, cantando con locura hacia su equipo, hacia su ídolo, que cerraba una carrera brillante con la selección. Así sonó la bocina final, Manu se acercó a Chapu, se abrazaron, giraron mil recuerdos en un segundo, y se despidieron para siempre de la GD. Todo lo demás, no importaba.
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