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Resiliencia, resiliencia, resiliencia. Esta palabra define a Paul Pierce y a un jugador que personalizó la filosofía de Boston Celtics a la perfección. Uno de los mejores ejemplos ocurrió en septiembre del 2000, durante su tercer año en la franquicia de los de Massachusetts. En esa ocasión su vida colgó de un hilo por un altercado en un bar y de igual manera el alero consiguió disputar los 82 partidos de esa temporada.

Todo empezó cuando Paul, que en ese entonces tenía 22 años, estaba en un boliche privado de Boston. Insulto por aquí, insulto por allá, Pierce terminó involucrado en un altercado que finiquitó cuando el alero fue golpeado con una botella en la cabeza y apuñalado 11 veces. Tony Battie estaba con él e inmediatamente después del accidente trasladó a su compañero al hospital más cercano de la zona. 

Por fortuna, Pierce sobrevió a los golpes y, luego de ser operado, ya se encontraba estabilizado. Pero eso no significaba que estaba recuperado completamente, al menos así lo creía el personal médico, sus seres queridos y los dirigentes de Boston Celtics. Había sido apuñalado 11 veces y lo normal hubiera sido que descanse un par de meses hasta volver a estar en condiciones de volver al rectángulo de juego.

¿Qué hizo Paul? Se recuperó y regresó rápidamente a colocarse la camiseta verde para disputar los partidos restantes de la temporada. Las personas no sabían si él volvería a respirar, pero él se encargó de superar la adversidad y demostró que no hay tal barrera capaz de frenarlo. Años después sería campeón de la NBA con el mismo equipo que lo acompañó en el lamentable episodio y finalmente se convertiría en unos de los jugadores más importantes de la historia de Boston Celtics. 

Ignacio Miranda/ [email protected]
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