El club del desayuno de Michael Jordan y Chicago Bulls
16:31 19/04/2020 | Chicago necesitaba una manera de crear un nexo entre sus jugadores. A Jordan se le ocurrió la idea. Al final fue clave y lograron tres anillos.
El básquet es la vida y lo que ocurre en el rectángulo de juego, y fuera de él, también. Un equipo es como un matrimonio y para que funcione debe haber química, unión y cohesión. Como una planta, se lo debe cuidar constantemente para que crezca erguido y firme. Phil Jackson, entrenador de Chicago Bulls, lo sabía y le encomendó la tarea a su mejor discípulo, Michael Jordan.
El escolta había vuelto recientemente de su primer retiro y se encontró con uno de los desafíos más complicados de su carrera. Ser el líder de un joven equipo junto a su ladero de siempre, Scottie Pippen. A ellos se habían unido Ron Harper y Dennis Rodman, pero la química no era la ideal. Bah... ni siquiera existía una. Tal es así que el alero ni siquiera hablaba con el interno. Se odiaban desde los tiempos de los Bad Boys en Detroit.
Los Bulls necesitaban una pócima, un nexo que les permita romper el esoterismo, los egos y todo aquello que atentaba contra sus pretensiones de volver a crear una dinastía en la NBA. Fue por eso que a Michael se le ocurrió una interesante idea que podría poner fin a todos los problemas: sesiones de gimnasio en su propia mansión con Tim Grover, seguidas de desayunos preparados por su chef personal.
Entre pesas, partidas de golf y jugos de naranja, Jordan consiguió crear un ambiente relajado para hablar de todo menos de básquet, charlando como amigos más que compañeros y creando la anhelada química que Jackson le había pedido a su hijo prodigo. Cuando la prensa comenzó a conocer lo sucedido, lo llamaron el Club del Desayuno, debido a que ocurría en las primeras horas de la mañana.
Ron Harper y Scottie Pippen fueron los jugadores más habituales, pero tal fue la fama del club que muchos, incluso, dicen que en algunas ocasiones se unió Dennis Rodman, a quien poco le gustaba entrenar. Este nexo fue clave y nodal. Les permitió forjar conexiones que luego se extendieron a la cancha, adonde daban la sensación de que se conocían de toda la vida.
En su primera temporada juntos lograron el segundo mejor récord en la historia de la liga (72 victorias y diez derrotas) y en la última campaña consiguieron su tercer anillo consecutivo. Crearon esa tan deseada dinastía y le demostraron al mundo que podían hacerlo. Callaron críticos, dominaron a todos y batallaron hasta el final con un desmedido afán de ganar y ser superiores. Todo gracias a un desayuno.
Ignacio Miranda/ [email protected]
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