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Para Dennis Rodman ir a Las Vegas era algo terapéutico. Amaba tanto ese lugar que lo tomaba como una clase de yoga. Era bailar tango en medio de una fiesta electrónica, el silencio dentro de una jungla. Lo suyo no era ningún secreto y tanto Phil Jackson como sus compañeros sabían de sus escapadas a la ciudad del pecado. Con el visto bueno del entrenador, el interno iba y volvía del infierno, siempre y cuando rindiera en la cancha de la misma forma que fuera de ella. 

Precisamente eso pasó durante las finales de la NBA en 1997, cuando Chicago Bulls estaba en Salt Lake City visitando a Utah Jazz. Rodman había recibido el permiso de Phil Jackson para escaparse a Las Vegas tras la derrota de los de la ciudad del viento en el cuarto juego de la serie.  

Según se pudo saber, Dennis festejó, bebió y se descontroló toda la noche con Billy Corgan, el líder de la banda musical Smashing Pumpkins. Entre tragos, apuestas y quién sabe qué más, el bueno de Rodman se pasó reflexionando la derrota de una manera atípica, como sólo él sabía hacerlo. 

El día después todos pensarían que no se levantó de la cama, pero sucedió todo lo contrario. Si algo caracterizaba a Rodman era su habilidad para salir de fiesta toda la noche, despertarse, entrenar o jugar dando el 100% y volver a la misma rutina, día tras día sin sentir ningún tipo de efecto contraproducente. 

Exactamente eso hizo luego de su aventura en Las Vegas: regresó a Salt Lake City, no durmió ni siquiera una hora y ya se puso a entrenar con el equipo, realizando la habitual práctica de tiro post partido. Luego, Michael Jordan tendría su mítico Flu Game en el quinto juego y los Bulls ganarían la serie para coronarse de nuevo campeones de la NBA. 

Ignacio Miranda/ [email protected]
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