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Historia

En las malas mucho más: cuando Manu y Pepe dieron la cara en la derrota

08:45 25/05/2025 | Mundial 2006: Argentina llegaba a semis invicta y con el oro olímpico aún brillando, pero España dio el golpe por un punto. Aun con dolor, el equipo no negoció los valores.

Manu Ginóbili y Pepe Sánchez, íconos de lo deportivo

La semifinal del Mundial 2006 entre Argentina y España terminó en una herida profunda: 75-74 y adiós al sueño del campeonato. La albiceleste venía invicta, con el oro de Atenas todavía brillando en el pecho y una generación de jugadores que ya era leyenda. Tras el final agónico, los jugadores argentinos se retiraron rotos. En la zona mixta, el silencio era total: "Nadie pidió una nota. Porque nosotros pasamos con la cabeza abajo. Nadie... Pero cientos de periodistas". 

Pero el respeto no se mendiga, se impone con gestos. Y ese fue el momento en que Manu Ginóbili, dolido pero entero, marcó el camino. “Muchachos, prepárense, vamos todos a la zona mixta ya. Porque cuando ganamos nos gustó quedarnos hablando, así que ahora vamos todo el equipo a hablar ahí”, dijo en el vestuario, apenas segundos después del golpe. No hubo dudas ni excusas: todo el plantel lo siguió, como tantas veces en la cancha. La derrota dolía, pero la dignidad seguía intacta.

Entre ellos, Pepe Sánchez. El base, histórico y capitán, había esquivado más de una vez las conferencias de prensa. Le decían: "´Pepe vamos a la conferencia´. Habíamos ganado siempre, llegamos invictos a este partido. ´Sergio no podés llevar a otro? No me gustan mucho las conferencias de prensa´. No pasa nada". Pero esa noche fue distinto. Miró a su entrenador y lo sorprendió con una frase seca y poderosa: “A la conferencia voy yo hoy”. No era por obligación, era por convicción. Porque poner la cara después de perder era tan importante como celebrar después de ganar.

Argentina perdería también el partido por el tercer puesto ante Estados Unidos, pero ese Mundial dejó algo más valioso que una medalla. Dejó una lección de conducta, una postal de lo que significaba ser parte de la Generación Dorada. En las malas, mucho más: no se trataba solo de competir, ni siquiera de ganar. Se trataba de representar con valores.

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