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Obradovic, quien había salido campeón del Mundial de Grecia en ese año, lo había recomendado para uno de los equipos más poderosos de Italia y el base estaba en una disyuntiva. No tenía mucho tiempo para decidir y la cosa no era para nada fácil. "Me presionan mucho, no me dan tiempo para nada. Ya me llamaron siete u ocho veces. El interés es muy grande”, confesó Milanesio en una nota de aquella época en La Nación.  

Marcelo estaba más cerca de los 35 que de los 25 años y contempló toda una serie de posibilidades y desenlaces antes de tomar una decisión, moviéndose como en la cancha, con paciencia, inteligencia y dominio de los tiempos.  

“Me agarró en un momento en el que ya tenía 32 o 33 años y estaba un poco bajoneado anímicamente. Eso sumado a que quería cerrar mi carrera en Atenas. Entonces, cuando tuve que poner las cosas en la balanza, decidí quedarme", contó en una entrevista con Pepe Sánchez en Básquet Time Out.  

El cordobés no se arrepiente del camino tomado. Jugó para el club de sus amores, se mareó de dar tantas vueltas y se metió en la historia grande del básquet argentino. Porque la vida es eso, decidir y no mirar atrás, estar conforme e ir por más.