Liga Nacional

Marcelo Milanesio, el base que nació para jugar al básquet

21:12 05/02/2020 | Marcelo Milanesio fue una de las principales figuras de Atenas. Ganó 23 títulos durante su carrera. Puso a Córdoba en lo más alto del país.

Milanesio en la cancha (Foto: Ramiro Pereyra)

Inicia el partido. Recibe la pelota Marcelo Milanesio. El base da un pique y se la entrega a su hermano Mario, a quien deja solo en la esquina para que tome un lanzamiento que entra sin oposición. En la próxima jugada la toma de nuevo el base, pero esta vez no pica el balón y se la entrega a un compañero. Se mueve entre cortinas, lee la jugada y espera su oportunidad hasta que la caprichosa vuelve de nuevo a sus manos. Finalmente, el cordobés anota un triple que entra haciendo la suave melodia del chas. 

El año era 1987 y Atenas se enfrentaba a Estudiantes de Bahía Blanca. Las dos jugadas de Marcelo Milanesio podrían formar parte de una mera descripción, pero son mucho más que eso. Allí se refleja la preponderancia de un base que no necesitaba de protagonismo para demostrar que estaba siempre un escalón por encima de todos. ¿Era un buen anotador? Por supuesto que sí. Sin embargo, su importancia iba mucho más allá de eso y fue su inteligencia para desenvolverse adentro de una cancha la que le permitió ser uno de los mejores bases (y jugadores) de la historia de la Liga Nacional. 

Desde que comenzó a jugar en el Club Fábrica Militar de Río Tercero, hasta su retiro con la camiseta de Atenas (equipo al que llegó en 1982), el base de melena rebelde consiguió 23 títulos. Amante fiel y devoto, se enamoró al primer pase y el conjunto griego fue su primer y único amor. Allí permaneció hasta que dijo adios en el Polideportivo Carlos Cerutti, adonde dejó colgadas sus zapatillas en uno de los aros del estadio cordobés. 

Su carrera fue sublime y espectacular, sin manchas ni reproches. A lo largo de 18 temporadas ganó siete Ligas Nacionales (1987, 1988, 1990, 1992, 1998, 1999 y 2002), dos Copas de Campeones (1998 y 1999), cuatro Sudamericanos de Clubes (1993, 1994, 1997 y 1998) y un Panamericano (1996). Además, también consiguió un Torneo de la Asociación Cordobés (1984), tres Atenas International Tournament (1998, 1999 y 2001) y tres Argentinos de Mayores en los que representó a Córdoba (1987, 1988 y 2000). 

Cada pase suyo era una obra de arte, una pincelada pintada por su mirada y ejecutada por sus palmadas. También se caracterizaba por su lanzamiento externo, el cual le permitió tener un promedio de 43.9% en triples durante los 848 partidos disputados en la Liga Nacional. Por si esto fuera poco, el base no se lesionaba de seguido y para sacarlo de la cancha había que llamar a la policía. 

Estos dotes innatos le permitieron ser elegido el Jugador Más Valioso de las Finales en 1990 y  el mejor de la temporada en 1991/92 y 1993/94. Ganó el MVP en el Juego de las Estrellas de 2002 y se quedó con el Torneo de Triples en dos ocasiones (1990 y 1993)

Con la Selección Argentina no fue la excepción y durante la época de los 90 se erigió como una de las figuras del conjunto nacional. Vistiendo la celeste y blanca ganó el Campeonato Sudamericano en 1987 y una medalla de oro en los Juegos Panamericanos de 1995. Además fue elegido el mejor asistente en el Mundial de Canadá 1994. 

Se enfrentó al Dream Team de Michael Jordan y compañía, llevó a Atenas a disputar el McDonald´s Championship en Europa, guió a los cordobeses a lo más alto de la Liga Nacional y estableció un dominio autoritario que se extendió a lo largo y ancho del país. También se convirtió en el claro ejemplo de que el amor existe y de que la devoción por un club y una ciudad lo pueden todo. Córdoba es su lugar. Argentina su nación y el Carlos Cerutti su estación. Fue leyenda, y a las leyendas hay que recordarlas, porque la memoria a veces falla. 

 

Ignacio Miranda/ [email protected]
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