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Portland Trail Blazers 1976/77: cuando el juego fue nuestro

16:22 15/07/2020 | Como todo equipo joven, los de Oregon empezaron la temporada de manera irregular. Crecieron, borraron a los candidatos y se coronaron.

Los Blazers arrasaron (Foto: NBA)

Zapatillas blancas, gente de traje, porras, patillas largas y uniformes con shorts cortos que hacían parecer a los jugadores aún más altos de lo que ya eran. Portland en su máxima expresión, en una época romántica abrazando el lugar y la nación entera. Se respiraba tranquilidad tras el fin de la Guerra de Vietnam, pero todavía faltaba otra revolución. Iba a haber un quiebre y todos lo sabían. Nadie esperaba que fueran ellos quienes lo produjeran.  

¿Ellos? Los jóvenes de Portland Trail Blazers. Equipo imberbe, fundado hace apenas seis años que recién estaba aprendiendo a caminar en la NBA. Supieron correr antes que gatear y el mundo los premió con gloria eterna, alcanzando el único título en la historia de la franquicia.  

El comienzo de la nueva era 

Todo final tiene un principio y para Portland eso fue Jack Ramsay, el doctor que se convirtió en el nuevo entrenador de los Blazers. Era un técnico exitoso que podía llevar a los de Oregon al siguiente nivel y así lo demostró con el correr de los meses. Luego aprovecharon la expansión que realizaron la NBA y la ABA, en la que se integraron al torneo los SpursPacers, Nuggets y Nets, para seleccionar a Maurice Lucas a través del Draft de dispersión.  

Con esto dicho, los de la franja cruzada arrancaron de la mejor forma la temporada 1976/77. Lucas venía de Spirits of St. Louis, jugaba de cuatro y era el complemento perfecto de Bill Walton en la zona pintada. Su talento, importado de la ABA, fue tal que terminó siendo el goleador del equipo en aquella campaña (20.2 puntos por juego).  

Lamentablemente, los Blazers comenzaron a flaquear a partir de febrero y la mala racha se extendió hasta marzo, en donde cosecharon un récord de diez victorias y 16 derrotas. Todo cambió a partir de abril, cuando supieron aprender de sus errores para volver a lo que fueron en el inicio del certamen. Parcial de 5-0 mediante, Portland creció y terminó la temporada regular en la tercera posición del Oeste, con un balance de 49-33. Además, Walton la descoció y fue elegido el MVP de la 1976/77.  

Relatos salvajes 

A partir de ese momento la situación se oscureció y Portland fue puesto otra vez a prueba. Enfrente estaba Chicago Bulls, un equipo duro de masticar. A pesar de que los Blazers tenían un récord de 4-0 en los enfrentamientos en la regular, los toros lograron complicarles las cosas, robándose el segundo juego en la Ciudad del Viento, de la mano de un monumental Artis Gilmore (107-104).  

Los árbitros, las disputas, la inexperiencia, las personalidades, los entrenadores y muchos otros materiales más lograron crear un coto de caza perfecto, en el que sobrevivió el más apto. “Podrías escribir un libro sobre toda la serie”, confesó Bill Walton en Bleacher Report 

Por supuesto, el tercer juego se disputó en Portland y todas las entradas se vendieron en cuestión de horas. Era el momento de la verdad, aquel que separa a los niños de los hombres. El partido fue físico y las defensas brillaron hasta el último segundo. Pero fueron los Blazers, de la mano de un gran Lionel Hollins, quienes lograron cerrarlo mejor, sacando un aire de ocho puntos que les permitió clasificarse a la siguiente ronda (106-98). 

Avanti  

En las semifinales estaba Denver Nuggets, el mejor equipo proveniente de la ABA en esa temporada. Los de Colorado finiquitaron la regular en la segunda posición (50-32), por encima de los jóvenes Blazers, y tenían una mínima ventaja en la previa. David Thompson, Dan Issel y compañía combinaban experiencia con talento y Portland no la tendría fácil.  

Eso en los papeles. En la práctica, al menos en el primer partido, los de Oregon se sacaron otra vez la timidez y pegaron el golpe inicial, ganando el choque con un tiro de Maurice Lucas cuando restaban 11 segundos (101-100). Eso fue un insulto al orgullo de Denver y el conjunto de las montañas contestó rápido en el segundo encuentro (121-110).  

El formato de aquel entonces obligaba a los Nuggets a jugar en Portland el tercer y cuarto juego, lo que significativa una ventaja para los Blazers. Obviamente, los rojinegros aprovecharon el hándicap y liquidaron los dos partidos por 110-106 y 110-96. La serie otra vez se mudó a Denver y allí se cumplió la lógica, ya que los de Colorado se llevaron el enfrentamiento, no sin antes disputar un tiempo suplementario (114-105).  

En el sexto juego Portland tenía todo a su favor. Había ganado sus dos últimos encuentros en la ciudad y casi se robó el quinto partido en Denver. Confianza pura, sin rodeos. Johnny Davis entró de titular ante la ausencia por lesión de Dave Twardzik y junto a Hollins fueron los verdugos que cortaron la cabeza de los Nuggets, anotando 25 y 21 puntos para que los suyos avancen a las finales del Oeste (108-92).  

Milagros inesperados 

Ni alguien pensaba que los poderosos Lakers quedarían afuera tan rápido ni alguien creía que los precoces Blazers los eliminarían de manera tan efímera. Nada de esto importó y los de Oregon dieron un recital al aire libre, con entrada gratuita y a todo volumen, borrando al conjunto de California de la cancha y ganando los cuatro juegos consecutivos que les permitieron acceder por primera vez en su corta historia a las finales de la NBA.  

¿Y en el último tramo? Esperaban los Sixers de Julius Erving, quienes sacaron del oasis a los de Portland, ganando los dos primeros juegos de manera sólida (107-101 y 107-89). En el segundo de esos partidos hubo una trifulca que finalizó con un golpe de Lucas a Darryl Dawkins. Por supuesto, ambos fueron expulsados y multados con 2.500 dólares.  

Aquel fue un punto de quiebre para Portland. Ganar o morir, no quedaba más nada, no había margen para los errores. Juego tres en su casa, con el estadio y la gente a su favor. Nada podía salir mal. Y nada salió mal. Los Blazers simplemente volvieron a jugar como en la regular, pasándose el balón (todos los titulares anotaron al menos 15 tantos), castigando en la pintura, con un Walton sublime, cerca de conseguir un triple doble (20 puntos, 18 rebotes y nueve asistencias), y convirtiendo 42 puntos en el último cuarto para conseguir la victoria (129-107).  

El cuarto partido continuó con el ímpetu del tercero y Portland metió un parcial inicial de 19-4 y nunca más miró para atrás. Walton pudo descansar y el resto se encargó de regalarle un triunfo (130-98) al habilidoso gigante, con Hollins y Lucas otra vez sacando la cara por el equipo (25 y 24 puntos).  

La serie estaba otra vez en cero y ambos conjuntos debían presentar sus mejores atributos para orientar todo a su favor. El quinto partido tuvo lugar en Philadelphia y la paridad dijo presente, ya que ninguno de los dos equipos logró sacarse diferencias al finalizar la primera mitad. No obstante, a partir del tercer cuarto fueron los Blazers quienes comenzaron a encontrar variantes en la ofensiva, sacando una ventaja de 19 puntos al término del periodo.  

Julius Erving intentó mantener a sus compañeros a flote y acortó la brecha a cinco con menos de cuatro minutos restantes. Pero, por suerte, el juego no es individual y el esfuerzo del doctor no fue suficiente, por lo que Portland logró su tercer partido en fila (110-104).  

La hora de la verdad 

La serie volvió a Portland y en la ciudad se respiraba vida. Eran tiempos de gloria que cayeron como la avalancha de una montaña, de repente y sin avisar. 5.000 fanáticos quisieron ser testigos de uno de los partidos más importantes en la historia de la franquicia. Todo fue de color azul.  

En ese juego la ventaja no llegó en el tercer cuarto, sino en el segundo, debido a que Portland metió un parcial de 39-20 para irse al descanso largo con 12 de ventaja en el electrónico. Al igual que en el partido anterior, esa vez fueron los Sixers los que volvieron a correr de atrás para intentar remontar la situación y lograron colocarse a tres puntos con 51 segundos restantes en el último reglamentario.  

Luego esa diferencia fue de dos puntos gracias a un libre fallado de Lucas y a un punto anotado de George McGinnis. La cosa estaba para cualquiera y los Sixers consiguieron quedarse con la última posesión, pero no pudieron convertir en ninguno de los tres intentos y Portland explotó de emoción a medida que los jugadores, entrenadores, fanáticos y dirigentes se abrazaban en un relato épico, de esos que sólo ocurren en los libros y películas.  

Punto final  

El partido (109-107) y el campeonato se quedaron en Oregon, Walton fue MVP de la regular y la final, y los prematuros Blazers hicieron callar a todos. Atrevidos, irrespetuosos, indómitos y decididos, lograron romper las reglas y se despojaron de los patrones, de las predicciones y de todo aquel hereje que no creyó en su deidad. El cielo a sus pies, la historia a sus espaldas, la ciudad arrodillada. Nada más importaba.  

 

 

Ignacio Miranda/ [email protected]
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @nachomiranda14

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