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La graciosa anécdota del día en el que Mutombo le dio su número a Scola

18:34 06/06/2021 | Era tarde y Luis, Claudio Villanueva y Carlos Raffaelli salieron a comer, pero la cocina del restaurant estaba cerrada. Un jugador inesperado los salvó.

Mutombo y Scola disputando un balón (Foto: NBA)

Dikembe Mutombo y Luis Scola se juntaron en la primera temporada del argentino cuando ambos competían para los Rockets en la NBA. En una anécdota que recogió Mauricio Codo en El abanderado, el libro que escribió y que fue editado por Básquet Plus, se pudo conocer lo que pasó en una cena que parecía tener fin antes de haber empezado.

A continuación, un extracto del libro relatando lo que ocurrió:
Con Mutombo, Scola vivió una de sus mejores anécdotas en aquella primera temporada en la NBA. Después de un partido como locales que terminó pasadas las 22, Luis y sus agentes argentinos, Claudio Villanueva y Carlos Raffaelli, salieron cerca de las 23 con ganas de ir a cenar a algún restaurante.

Se sabe, la cultura estadounidense es bastante distinta a la hora de comer por la noche y a esa hora se les estaba haciendo cuesta arriba encontrar un sitio abierto. Llegaron a Vic & Anthony's, uno de los restaurantes más destacados de todo Houston, y se encontraron con lo lógico: una cocina cerrada. No había manera de convencer a los empleados, por más que Scola explicara que acababa de jugar un partido con los Rockets.

En ese momento, frenó un auto en la entrada y bajó Mutombo con su esposa. "Hola, Luis, ¿cómo están? ¿Comemos algo?", le preguntó antes de encontrarse con la misma situación. Él, claro, no lo tomó con la misma resignación del argentino. "Yo lo miraba como diciendo: 'Si no te dejan entrar a vos, ¿cómo voy a entrar yo?'", recordó Scola. Mutombo, enojadísimo, se fue insultando, subió al auto y aceleró, alejándose, al tiempo que un hombre llegaba casi corriendo desde adentro, gritando: "¡Dikembe, Dikembe, espera!".

Era el mismísimo dueño del establecimiento, que de inmediato le profirió todo tipo de retos a la chica que, sin reconocer a los jugadores, los había rechazado. "Por favor, pasen, pasen", los invitó el empresario gastronómico, al tiempo que le pedía a Scola que llamara a su compañero para que regresara y lo atendieran.

Había un pequeño detalle: Luis todavía no tenía el teléfono de Mutombo. Sin una mueca de desconcierto, el argentino hizo una propia de su tierra: simuló que marcaba un número. "Lo tiene apagado, pero le dejé un mensaje", le comentó al dueño y procedió a ubicarse en una mesa con sus representantes. "Nos sentamos y no nos sacaron más -relató Scola sin aguantar la risa-. Por las dudas, pedimos todo rápido. Tomamos vino, charlamos, nos reímos mucho y cerca de la 1.30 nos fuimos, con el dueño todavía pidiéndonos que nos disculpáramos con Dikembe".

A la mañana siguiente, el argentino llegó al entrenamiento de los Rockets y lo primero que escuchó en el vestuario fueron las quejas del congoleño, que hablaba con otros jugadores y personal del equipo: -¡No voy a ir nunca más a ese lugar! ¡Es inadmisible lo que me hicieron! ¡Después de la cantidad de dinero que he gastado ahí mil veces!
-Pero Dikembe, preguntale a Luis: ¡a él se lo abrieron! -le respondió un agente de seguridad.

Ese día, Mutombo le dio su número a Scola.

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