A 20 años del oro olímpico

La Generación Dorada y sus entrenamientos al límite

23:28 08/08/2024 | Varios roces, muestras impresionantes de disciplina, exigencia máxima y muchas otras cosas se vivían en los entrenamientos de una de las camadas más legendarias del deporte argentino.

Manu Ginóbili y una Generación que entrenó fuerte para ser Dorada (FIBA).

La Generación Dorada estaba cargada de talento, de eso no hay duda, sino no hubieran logrado todo lo que lograron. Sin embargo, el plantel y el cuerpo técnico entendían que a ese talento había que explotarlo y potenciarlo a través de la disciplina en los entrenamientos. En las siguientes líneas vamos a repasar algunas declaraciones, historias y anécdotas que dan muestra de cómo era la preparación física y mental a la que se sometía la mejor camada del básquet argentino, que se consagró en Atenas 2004 con el oro olímpico.

Fue el mejor equipo que vi entrenar en mi vida. La calidad, concentración y energía eran excelentes. Un día estábamos entrenando en la UADE, creo que para Londres 2012 y Gonzalo García (asistente) se da vuelta y viene hacia nosotros. ‘No lo puedo creer, este tipo se entrena como si fuera un chico. Lo disfruta y está totalmente concentrado. Para él parece que esto fuera una final NBA”, nos dice, refiriéndose a Manu”, explicó Julio Lamas, entrenador de Argentina en Londres 2012. 

Andrés Nocioni era uno de los pilares de la Selección tanto en los partidos como en los entrenamientos: “Si había una baja de intensidad venía Chapu, metía una volcada o una tapa, e inmediatamente eso contagiaba a todos. Andrés nunca decía lo que había que hacer. Eso se los dejaba a Scola, Manu o Prigioni. Él lo hacía”, comentaba también Lamas. Mario Mouche, P.F de la Generación Dorada también contó una historia que refleja esta actitud del Chapu: "Estábamos en Indianápolis, a días del debut y volvíamos de jugar un áspero amistoso contra Puerto Rico, con 40 grados de calor, luego de la extenuante gira por México. Veníamos en el colectivo de regreso al hotel y Chapu vio una canchita. ¡Nos hizo para el colectivo y me pidió hacer unos piques más! Recuerdo a Pepe diciendo que estaba loco. Y sí, lo estaba, no hay dudas. Chapu aún tenía ganas de seguir entrenando. Esa era la ambición que tenían"

Ale Montecchia resume, con una historia, el nivel de exigencia en los entrenamientos previos al Mundial 2002: "Fue tremenda. Nos prendían fuego. Recuerdo que nos dieron un día libre y la mayoría se quedó tirada en la cama. Y eso que éramos todos pibes… Eran entrenamientos muy competitivos, de mucho roce. Porque encima Magnano estaba muy encima nuestro, arengando y pidiendo más… Recuerdo que, en uno de esos días, yo presionaba mucho a Pepe y en una que sube el balón, levanta el codo protegiendo la pelota, me pega debajo de la pera y yo me muerdo la lengua... El dolor y frustración no lo pude contener y le di una patada a una de esas clásicas sillas de plásticos con patas de hierro. Salió volando y se desintegró en el aire. Al Turno Vartanian (utilero) lo llené de plastiquitos”

Evidentemente tanta intensidad hace que los jugadores estén al 100 constantemente y eso puede decantar en ciertos altercados, Julio Lamas comentó un subido de tono cruce que decantó en una gran reconciliación: Estábamos en Pekín, en un entrenamiento durante los Juegos. Leo ataca y el Colo Narvarte, que hacía de árbitro, cobra falta. Scola dice ‘no fue’. Leo dice que sí. Luis insiste que no. Y yo, interiormente, pensé ‘para qué Luis, dejá, Leo hace tres partidos que no juega…’. Pero sigue. Y Leo lo cierra, caliente. ´Sí, pendejo, fue falta, la concha de tu madre. La próxima vez te arranco la cabeza’, le gritó. Fue bravo en ese momento y yo me quedé preocupado por cómo podía escalar el incidente. Entonces, para ver de limar asperezas me voy a la villa, para el lado de los departamentos y encuentro a Leo, jugando a la Play con Antonio Porta. Tenía una cara… Pregunto cómo van y Leo me dice. ‘Gana él: 8-1’. Bueno, digo, cómo está el clima… Al otro día, en el entrenamiento, yo estaba pendiente de ambos y respiré cuando veo que Leo le alcanza la toalla a Luis. Entonces me acerco y les digo ‘bueno, problema solucionado, ¿no?’. Y Luis me responde, sonriente. ‘Por supuesto. Hace tanto tiempo que no me trataban de pendejo que a Leo le tengo que pagar la próxima cena’. Así eran ellos, así se solucionaban muchos problemas en la intimidad"

Por último queda repasar algunas sutilezas que tenía el arquitecto del oro olímpico en Atenas 2004. Estamos hablando de Rubén Magnano y su búsqueda de reflexión por parte de los jugadores. Dejando de lado el reto agresivo y buscando, mediante una suerte de práctica filosofal, que sus jugadores entiendan sus errores o cosas a mejorar. “En una concentración recuerdo que el equipo estaba entrenando muy mal, estaban todos cansados y Rubén, en vez de cagarlos a pedos, les preguntó. ‘¿A ustedes les parece que este entrenamiento está a la altura de ustedes?’. En vez de retar, los hizo reflexionar, les tocó el orgullo. Al otro día la práctica fue impresionante”, destacó Mouche. "No confundan libertad con libertinaje" exclamaba Magnano para tensar la correa con los jugadores y seguir manteniendo ese control que motivaba a los jugadores, los centraba, los disciplinaba y los terminó llevando a realizar la hazaña más grande del deporte argentino. 

Fuente: 
Infobae

Compartir