Informe

¿El torneo donde empezó todo? Sudamericano Juvenil de Oruro, 1994

08:50 12/06/2021 | Siempre que se habla de cuál fue el origen de la Generación Dorada, es difícil ponerse de acuerdo. Sin embargo, este torneo fue bisagra.

Los 12 de Oruro: Gutiérrez, Fernández, Marino, Vecchio, Olivares, Nogués, Riofrío (arriba); Palladino, Victoriano, Sánchez, Budding, Bernardi y Davico (abajo). Foto CAB

En el año 1994, si bien Argentina siempre conseguía buenos resultados nivel regional en categorías formativas, el futuro inmediato no estaba tan claro. La selección mayor se preparaba para el Mundial de 1994 con buenas expectativas tras un gran FIBA Américas en 1993, pero la realidad marcaba que en general las cosas no salían demasiado bien entre los grandes. 

Los pibes a veces daban la nota, como en 1991, con la medalla de bronce en el Mundial de Edmonton, pero la realidad marcaba que en ese 1994, de los pibes medallistas, solo había uno en la mayor: Rubén Wolkowyski. Como que se desvanecían después de terminar en formativas. Guillermo Vecchio había sido el coach en 1991 y en ese 1994 manejaba todo: las menores y la mayor. Era habitual que ocurriera eso. 

Vecchio era un entrenador polémico, muy de alto perfil, y quizá eso le jugaba en contra cuando tenía buenas ideas, como meterle en la cabeza a los pibes que Argentina podía competir contra cualquiera. Se pasaba de rosca muchas veces, pero hay que reconocerle que fue el primero que lo hizo. Para el Sudamericano Juvenil de 1994, en Oruro, Bolivia, implementó una preparación atípica en una mina jujeña, para aclimatarse al tema de la altura. Lo tildaron de loco y exagerado, pero funcionó. 

Javier Domínguez fue el enviado especial de la revista Solo Básquet a ese torneo y recuerda: "Lo que más impactaba era que los nuestro volaban. Los rivales jugaban con tubos de oxígeno en el banco de suplentes y rotaban para recuperarse". 

Ese plantel argentino, con el tiempo, se convertiría en la base de la selección mayor que conseguiría los mayores logros de la historia del deporte argentino. Estaban, por ejemplo, Pepe Sánchez, Lucas Victoriano, Gabriel Fernández, Leo Gutiérrez, el Toro Palladino y el que para muchos era la gran esperanza de la camada: Gabriel Riofrío. La mayoría clase 1977, dando un año de ventaja. Leo daba dos. El plantel lo completaban el entonces goleador Alejandro Olivares, Martín Budding, Pablo Marino, Diego Bernardi, Martín Nogués y Juan Davico. El equipo tenía mucho talento, altura, físico y carácter. 

Las dudas sobre el equipo se disiparon rápido y Argentina salió campeón invicto ganando sus 6 partidos, siendo la final ante Venezuela (84-75), la que definió por menos diferencia. A Brasil le sacó 25 puntos, a Uruguay 35 y al resto, ni hablar. Lucas Victoriano, quizá con Riofrío el que más pintaba para explotar, fue elegido el mejor jugador del torneo. 

Ubiquémos en ese 1994. No había ley Bosman y los únicos argentinos en Europa de alto nivel eran Marcelo Nicola y Hugo Sconochini. Hugo, incluso, peleado con Vecchio, no jugaría nunca en la mayor para él. En un par de años, cuando se abriera Europa, empezaría a cambiar una historia que parecía que siempre iba a dar vueltas sobre el mismo eje: buenos pibes, pero cayendo en la mayor a partir de una competencia local que, si bien había crecido, no era lo que permitiría el salto grande. 

En 1995, este mismo grupo fue al Mundial Juvenil de Grecia, ya con un nene llamado Luis Scola, que daba 4 años de ventaja, y en 1997 los planetas se alinearon en el Mundial U22 de Australia, ya con Oberto, Ginóbili y demás, para generar el gran vuelco. Lo que vino después, en 1994 no era siquiera un sueño, era un imposible, en un marco totalmente diferente. Oruro fue la piedra fundacional. Ahí empezó todo. 

Victoriano, elegido mejor jugador del torneo (Foto Solo Básquet, archivo Pablo Cabial)

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