Historia de Argentina en los Juegos Olímpicos: Londres 2012
14:33 24/07/2021 | Desde el nacimiento de la Generación Dorada, se supuso que Londres significaría la despedida del grupo. Pero no fue así.
Cuando Argentina empezó a destacarse a nivel mundial, entre Indianápolis 2002 y Atenas 2004, poco a poco se fue construyendo una mística que, entre otras cosas, comenzó a preguntarse cuánto duraría este sueño. Ya en el 2005 muchos se preocupaban por el posible final de una Generación que recién venía de ser dorada y que nadie podía asegurar que no fuera una excepción en la historia y pronto se volviera a la normalidad del montón.
Pero el tiempo fue pasando y, de alguna manera, por la edad de la mayoría, fue surgiendo Londres 2012 como el más que seguro final para ese grupo como tal. La base andaría por los 34/35 años, Oberto un poco más y parecía un buen plan. Por eso todos se pusieron de acuerdo en ir al Preolímpico de Mar del Plata 2011, una de las mayores fiestas del básquetbol argentino en su historia, con cierre de película, drama y demás, pero con el objetivo cumplido de llegar a los Juegos.
De lo previsto, poco ocurrió. Londres no fue la despedida, no pudo estar Oberto, ya había varios del grupo original ausentes (Pepe, Palla, Victoriano, Herrmann), Scola no tenía en sus planes retirarse a corto plazo (a la larga, varios de los demás, tampoco), pero igual se vivió como una gran fiesta. En el fondo, lo que sí creían que se despedía era la posibilidad de ir por una medalla.
Como le ocurrió en el 2008, los primeros partidos condicionaron el futuro. Argentina empezó con una paliza a Lituania, de la misma manera que había terminado en Beijing, pero el traspié contra Francia en el segundo partido la obligó a chocar contra los Estados Unidos en semifinales, ya que esta vez compartió el grupo con los yanquis, otra vez armados con una súper armada liderada por Kobe Bryant y LeBron James.
Argentina le ganó bien los otros partidos de la zona a Túnez y Nigeria. Con el tercer puesto, le tocó, como dos años antes en el Mundial de Estambul y en la final del Preolímpico, chocar contra el Brasil de Rubén Magnano, que había tomado al equipo para el torneo en Turquía. Increíble coincidencia. Como en casi todos esos choques, el partido fue tremendo, pero como casi siempre (solo se perdería en España dos años más tarde), el triunfo quedó para la Argentina, que de esta manera volvía a meterse en una semifinal de un torneo grande. Solo había estado ausente en el Mundial 2010, pero su racha era increíble desde el 2002: 5 sobre 6.
La semifinal ante Estados Unidos duró un tiempo, y en el segundo fue todo de los norteamericanos, que también habían sumado a una de las figuritas del momento, Kevin Durant. Pero para Argentina el partido no era ése, sino el último, por la medalla de bronce, ante los rusos, potencia similar, aunque con mucha talla en la pintura, algo que, sin Oberto, no era fácil de cubrir.
El juego fue durísimo. Argentina levantó dos veces una diferencia de dos dígitos y llegó al momento caliente como quería: parejo. Rusia había hecho un enorme trabajo defensivo sobre Scola, no permitiéndole un solo tiro cómodo en la pintura, doblándolo, y sin él, Argentina tuvo que apoyarse más que nunca en Manu, en Delfino y en Nocioni. La situación ideal se dio cuando Ginóbili penetró a lo guapo y metió una bandeja pasada para quedar 77-76 a 43s del final del partido.
Era una defensa y la medalla. Pero Shved, ese talento puro que venía jugando mal los partidos determinantes y hasta aquí había sido una pesadilla para Argentina, clavó la daga a 31s del final, de tres puntos, para sacar dos. Argentina tuvo otra chance: descarga de Scola para el tiro de tres de Nocioni desde la punta derecha. ¡Como en Japón 2006 ante España! Y el tiro de Chapu mimoseó con el aro y salió. Rusia quiso escapar rápido de su aro y perdió el balón en mitad de cancha. Lo recuperó Prigioni que cuando quiso habilitar a Delfino, sufrió una falta, pero no cobrada. Contraataque de Rusia, doble de Fridzon y el sueño de medalla que se esfumaba.
Dicen los que estuvieron que nunca jamás se repitió lo que pasó en ese vestuario de Argentina tras la derrota. El pibito Facundo Campazzo, debutando en los Juegos, miraba, y entendía. "Siempre había visto desde afuera la parte linda de la Generación Dorada, la de los éxitos. Y de golpe estaba viendo el lado B, el que no se muestra, y ahí me dí cuenta por qué habían conseguido todo lo que habían conseguido. Era el equipo completo llorando como si fueran nenes. Todo por lo que sentían jugando por la selección y entre amigos”.
Pasados esos minutos de angustia y dolor, se valoró una vez más el hecho de estar en una semifinal olímpica, entre amigos, disfrutando la unión. Nadie sabía que los esperaba una historia mágica más, cuatro años después.
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