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¿A qué va Argentina a Japón? ¿A qué fue a China, o a Río en el 2016? Desde hace mucho tiempo, por suerte, el panorama previo a los torneos grandes ha cambiado radicalmente si lo comparamos con lo que ocurría en la última parte del siglo pasado. Hasta el 98, en los Mundiales, por ejemplo, se iba a aprovechar la chance de jugar contra equipos del primer mundo. No había casi roce entre los jugadores argentinos y los mejores del planeta. 

Eso cambió con la explosión migratoria a Europa a partir de la Ley Bosman, a mediados de los 90, y el efecto en la selección no tardó demasiado en verse. La ecuación fue muy simple. De tener solo torneos locales hasta mediados de los 80, se pasó a una Liga Nacional primero, que le dio competencia permanente y masividad al juego en todo el país y luego al éxodo al mejor básquet del mundo FIBA a pibes que tenían talento. En cinco años el mundo se dio vuelta. 

Ahora, Argentina lleva dos décadas en la élite internacional, desde aquel salto a la visión mundial en Indianápolis 2002, y nunca más dejó de ser protagonista, más allá del punto más bajo que significó el Mundial de España en el 2014. A Río fue con la expectativa de despedir a buena parte de su generación histórica, a China para ver dónde había quedado parada tras el gran cambio, y se encontró con que había crecido césped del bueno abajo de la GD. 

Hoy, sería ilógico decir que Argentina no está mejor que antes de China, más allá de los dos años que se le han sumado al cuerpo al inacabable Luis Scola, aunque por lo visto en estos tiempos, no nos arriesgaríamos a decir que Luis está peor. Podríamos acabar expuestos. Indudablemente, el resto progresó. Algunos saltaron a la NBA tras romperla en Europa, otros tuvieron dos años de competencia del más alto nivel y, como en los viejos tiempos, apenas uno (Gallizzi), se mantiene en la Liga Nacional, pero habiendo sido parte de la hazaña china, y cumpliendo su rol con responsabilidad. 

Del Mundial a hoy ha hecho unos retoques que parecen haberle agregado cosas. Más allá de la puesta a punto de Garino, un jugador irremplazable en su función, tras lesiones que le permitieron jugar poco, se sumó alguien como Leandro Bolmaro que, creemos, tendrá mucha participación. Tiene energía, talento, defensa, talla, como para ser muy útil. Fran Cáffaro es centímetros, kilos y futuro. Los dos, clase 2000, la mejor de los últimos tiempos, irrumpiendo rápido. Vaulet por Fjellerup también parece ser un pequeño salto de calidad a partir de los dos años de Juampi en la acb. ¿Falta talla? Sí, como siempre. Pero Argentina fue campeón olímpica sin nadie de más de 2.07. Habrá que reemplazar esa desventaja con mayor dinámica, que es en definitiva lo que parece mover al juego moderno cada vez más. 

En el Grupo le tocó la posible Cenicienta (Eslovenia), el campeón del mundo (España) y el local (Japón). ¿Es malo eso? Creemos que no, más en un nuevo formato donde todo partido perdido hace mucho daño. Porque no pasa solamente por intentar clasificarse entre los dos primeros para tener un lugar seguro en cuartos. Sino también por intentar ser primeros y tener un posible cruce más accesible en esa instancia. 

El debut contra Eslovenia será clave para plantar bandera ante un rival que viene dulce tras eliminar a Lituania en Lituania, con el jugador más nombrado en el último año (Doncic), y que juega buen básquet. Argentina le opondrá un sistema de juego que intentará llevar todavía más lejos de lo que lo llevó en China (presión al balón, correr, anotar rápido, pasarse la pelota), y, además, una enorme capacidad táctica y estratégica para formular los partidos. Todos hablan de cómo frenar a Doncic. Nosotros hablamos de cómo hará Argentina para desarmar la estructura de juego eslovena, que tiene a Doncic como puntal. 

Contra España pasará algo parecido, aunque contra un rival al que conoce de memoria y que siempre ha sido un duro obstáculo desde lo mental. Algo sigue habiendo que hace que le cueste enfocarse mejor contra los españoles, que tienen al otro gran estratega del torneo, como Sergio Scariolo. Los españoles también van a Tokio a refrendar lo de China y a despedir a Pau Gasol de la mejor manera. Tienen un plantel tremendo, que va por el oro que le falta a su vitrina. 

El cierre será ante Japón, local, que buscará entrar en cuartos de final por primera vez, que ya no va como observador, que tiene una figura en la NBA, otro que rota en la misma Liga y un tercero en Australia, más un nuevo nacionalizado que le da poder interior. Ojo con Japón, con otro estratega especializado en el banco, como Julio Lamas. Pero bueno, estos son los Juegos. Quizá que todo sea tan peleado de entrada, sin baches ni excusas, favorezca a la Argentina, la misma que antes iba a estos torneos con susto y hoy lo hace con confianza y experiencia. 

A esta Argentina, la del siglo XXI, le gustan estos momentos. Los disfruta, los saborea. Este grupo, que muchos pensaban que viviría a la sombra de lo que dejara la Generación Dorada, tomó el legado con responsabilidad y demostró increíblemente pronto que podía darse una sucesión exitosa, con un eslabón de oro como Scola, que se supone que está empezando su camino de despedida. Argentina desde hace tiempo se plantea las cosas como una pelea contra sí misma. Encontrar su mejor versión. Normalmente, cuando la ha encontrado, llegó alto. ¿Por qué no podría volver a ocurrir?