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Puerto Rico no tenía mañana, y ante República Dominicana sacó todo su orgullo en el clásico caribeño y se llevó la victoria por 102 a 97. Y todo lo que hizo el equipo ganador pasó por las manos de un intratable Tremont Waters, que terminó con 37 puntos, 7 rebotes, 11 asistencias y 4 robos.

Sin ir más lejos, anotó o asistió en 22 de los 34 tiros de campo del equipo de Nelson Colon, ante un conjunto del Che García al que no le alcanzó la tremenda tarea de Karl-Anthony Towns. Pero este base que pasó por la NBA fue clave en el clutch e inclinó la balanza para su equipo.

Nacido en Connecticut y con ascendencia puertorriqueña por parte de su madre, este base de 25 años debutó en el seleccionado en la pasada Americup y rápidamente demostró todo su talento. Llegó a este Mundial con toda la responsabilidad y sin dudarlo se puso sobre sus hombros al equipo.

Con 21.8 puntos, 4.5 rebotes y 9.3 asistencias de media, fue clave para las victorias ante Sudán del Sur y China que lo depositaron en la segunda fase. Lidera entre los asistentes y ladrones de balón, mientras que es séptimo entre los anotadores, en lo que es una tarea sumamente completa.

Elegido en la segunda ronda del 2019 por los Celtics, semanas previas a vivir algo durísimo como que su padre se quitara la vida. A los pocos días jugó por la Summer League y expresó en The Athletic: “Mi trabajo es seguir construyendo sobre su legado y seguir teniendo éxito y ser feliz”. Esa misma temporada fue Rookie del año de la G-League.

“Sólo saber que él está encima de mí mirándome y aún guiándome lo hace mucho mejor. Pero al no tenerlo aquí físicamente, tuve que hacerlo por mí mismo. Tuve que seguir haciéndolo por mí mismo y simplemente usar esas herramientas que él me dio y mi mamá me enseñó durante toda la vida. Tengo que implementarlos ahora y asegurarme de ser mucho más disciplinado. Estoy haciendo todo lo que tengo que hacer para ser un joven exitoso”.

No pudo hacer pie en la NBA con Boston y decidió llegar a Europa para jugar en Metropolitans 92 de Francia, el equipo dirigido por Vincent Collet y que tuvo a Victor Wembanyama como compañero.

“Él me decía: simplemente esfuérzate, sigue adelante, sigue trabajando, mantén tu mente en orden y haz lo que tengas que hacer para mantenerte feliz, así como a mi hija, mi mamá y la gente de mi círculo”, dijo Waters. "Así que no tenerlo aquí hace que mi trabajo sea mucho más claro en cuanto a lo que él quería que hiciera en el pasado y lo que tengo que hacer ahora".