Informe especial

Olimpo de Bahía Blanca, 1988: el Dream Team que no fue

18:37 10/01/2022 | Te contamos la historia del súper equipo que se armó ese año con el Loco Montenegro, Tato López y Fefo Ruiz y que no llegó ni a semifinales.

Tato López, Hernán Montenegro y Fefo Ruiz: un trío que daba miedo (Foto Encestando)

En los primeros años de la Liga Nacional, Bahía Blanca era un hervidero de básquet. Salvo en 1984, en donde solo tuvo 2 representantes en la A, tenía 3 en la máxima categoría (Estudiantes, Olimpo y Pacífico), y por lo general 2 en la B (hoy Liga Argentina): Villa Mitre y El Nacional. Olimpo había llegado a la final en 1986, a la semi en 1987, Estudiantes a semis en 1985 y Pacífico en 1987. Esto es, Bahía era siempre protagonista. 

En los primeros 3 años, 85-86-87, Estudiantes había dominado la escena, o al menos había captado mucho atractivo, fichando al uruguayo Wilfredo Ruiz. Fefo era un jugador distinto. Tiraba cada pelota que recibía. Lo contrataban para meter puntos y él cumplía. Pero no devolvía casi ningún balón, aunque tuviera 3 rivales encima. Así, había sido el goleador de las 3 temporadas promediando 32.9, 31.5 y 30.4 puntos, respectivamente, casi sin tirar triples. Un animal. 

Más allá de la aparición de un Pacífico que se convirtió en la sensación de esos años con el torbellino Marcelo Richotti, la rivalidad de la ciudad era clara: Estudiantes vs Olimpo. El principal dirigente de los aurinegros era Ricardo Rabbione, un dandy que manejaba campos y era presidente del club. Rabbione era, como todo buen bahiense, fanático del básquet y de Olimpo. Odiaba a Estudiantes, pero su sueño era robarle a Fefo Ruiz. Además, amaba a Tato López, el otro crack uruguayo de entonces. Y los fichó a ambos. Y recuperó al Loco Montenegro después de su desafortunado paso por Unión de Santa Fe. También cruzó de vereda Claudio Severini, un ala pivote bajo (1.96), pero de enorme poderío físico, clave en los éxitos de Estudiantes. 

Olimpo todavía tenía del subcampeón del 86 a Ariel Scolari, a Claudio Grippo, y en 1987 había fichado a Aníbal Sánchez, el base fallecido en 1990 en un accidente de auto, traído desde Echagüe de Paraná. Y estaba un juvenil que prometía, Diego Grippo, el actual médico de la CAB y de la Asociación de Clubes. El entrenador era otro hombre de la casa, que había dirigido al club también en el 86: el Trompo Daniel Allende. Completaba el róster el caudillo Marcelo Allende, hermano menor del entrenador. 

El que se había ido, y era una afrenta para Rabbione, era Esteban Pérez. El Gallo, otro hombre clave en aquel Olimpo de 1986, fue tentado por Estudiantes cuando Olimpo oficializó a Tato, y aceptó a partir de un excelente acuerdo económico. Estaba todo dado para que fuera el año de Bahía: por tradición, rivalidad, y por tener ambos fuertes equipos, sobre todo Olimpo, que realmente había armado un Dream Team. 

Cuenta la historia que las cosas ya no arrancaron bien cuando perdieron algún amistoso previo al inicio del torneo. Olimpo era, claramente, una olla a presión. No podían perder con ese plantel. Tato López, que venía de una temporada polémica en Ferro (se decía que "no había hecho lo suficiente" en la final ante Atenas, por si no queda claro), necesitaba dar vuelta esa página, y fue un soporte central para Allende. 

La cuestión es que los resultados no fueron demasiado buenos en la primera fase, y Olimpo recién se clasificó a la A1 (entraban los 4 primeros de los Grupos 1 y 2), en el cierre de la fase, ganando en la dificilísima cancha de Gimnasia en Pergamino (Barry Gardner, Marcelo Duffy, Mauricio Musso) 79-71. Si bien se entró en la A1, la dirigencia ya le había retirado la confianza a Allende. Sobre todo después de perder el segundo clásico del año de local 85-86 con un libre de Esteban Pérez sobre el cierre. El equipo se tuvo que quedar un día en Pergamino al romperse el micro que los trasladaba, y cuando llegaron a Bahía, despidieron al Trompo. 

A todo esto, Rabbione, que siempre se vestía de forma impecable y se peinaba con una gomina intocable, armó una reunión en el vestuario, con todo el equipo. Usaba botas texanas y caminaba de una punta a la otra. El tema era que Tato había pedido un salario adelantado, mientras varios estaban dos meses atrás. Rabbione lo expuso y, cuando terminó su corta alocución, Tato se levantó, se acercó, y le pegó un cachetazo que le desarmó todo el engominado. "Bueno, supongo que me tengo que ir", le dijo a sus compañeros. 

Obviamente, fue el fin de la relación Olimpo-Tato. El uruguayo dejó el equipo (solo jugó 10 partidos), sin pena ni gloria, más allá de tener grandes números (25.4 puntos y 7.3 rebotes). Incluso había protagonizado un tiempo antes un sonoro hecho, cuando se cruzó una tarde a Estudiantes para pelearlo a Esteban Pérez. En su lugar se encontró con Sergio Pettorosso, que le metió una piña y lo mandó de vuelta a Olimpo. En lugar de Tato llegó otro ex Estudiantes. Nada menos que Jimmy Thomas, que un año después sería campeón con Ferro y MVP de las finales. 

La realidad era que ese Olimpo era un racimo de caciques, sin indios. O con pocos. Sánchez, Scolari, los Grippo y poco más. Los demás tenían enormes personalidades y egos, carácteres difíciles, al punto que ni siquiera alguien con la espalda de Daniel Allende pudo encarrilarlos. La otra realidad es que Fefo no fue el de años anteriores (promedió 19.7 puntos), manteniendo una lesión que le molestó todo el año. El Loco Montenegro se perdió 12 de los 34 partidos (tuvo buenos números igual), y los que terminaron jugando siempre fueron Sánchez, Scolari, Severini y los pibes. 

Thomas le dio otro aire al equipo, ahora dirigido por Néstor Ortiz, pero estaba claro que nunca serían el que Rabbione había soñado. Cuando llegaron los playoffs, igualmente, renació algo la esperanza cuando, después de ganarle los octavos de final a Sport Club 2-1, se toparon con Ferro en cuartos. El problema fue que Fefo Ruiz se lesionó contra los cañadenses, y prácticamente no estuvo ante los porteños. Entró en los 3 partidos contra los de la capital, pero no anotó un solo punto. Increíble para un anotador feroz como él.

Olimpo ganó el primero en Bahía (al mejor de 3), con un descomunal Montenegro (43 puntos), y perdió los dos siguientes en el Etchart muy ajustadamente: 82-85 y 76-79. Quizá un triunfo hubiese cambiado la historia, pero eso no ocurrió. El séptimo puesto final quedó como un rotundo fracaso. El equipo que se había armado para ser campeón ni siquiera llegó a semis, puesto que sí alcanzó Pacífico, que eliminó a Estudiantes en cuartos. Olimpo nunca más fue el mismo, pese a que en la temporada 1991/92 llegó a las semifinales. Esa fue su última participación en la Liga. Después abandonó y nunca más volvió. Pero ese equipo de 1988 siempre será el que tuvo la chance de cambiar el futuro. 

Fabián García / [email protected]
En Twitter: @basquetplus

Fuente: 
Agradicimiento especial para Juan Carlos Meschini

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