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No corre ni vuela. Luca Vildoza no es como todas las personas, que siguen las leyes y se mueven por un patrón. Es la excepción a la regla, el medio que siempre busca la manera de justificar su fin. Destroza esquemas, rompe acertijos y liquida predicciones. Le da lo mismo un doble en un picado que en la final de una de las ligas más importantes del mundo. 

Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma. Luca no es ni una, ni otra. Es el trayecto, el disfrute de aquel viaje que le permitió anotar 17 puntos (y el doble ganador) en la final y ser uno de los jugadores más sólidos del Baskonia a lo largo del torneo. No le importó estar recién recuperado, ni la inactividad de un gigante postrado.  

Los seres humanos normales verán un puente y lo cruzarán sin dudar, pero él bajará hasta la costa, conseguirá una balsa y remará hasta el otro lugar. Promedió 8.0 puntos en la acb y 7.0 en la Euroliga esta temporada. Se golpeó, remontó y creció cuando nadie más lo hubiera podido hacer. No piensa dentro ni fuera de la caja, se arma otra y se mofa en cada etapa.  

Quizás, si él estaba en el lugar de Sísifo, hubiera encontrado una manera de evitar cargar la roca eterna, desligándose del castigo inmutable. De otra manera no se explica que haya mejorado cuando ya parecía haber finiquitado. Sus lanzamientos exteriores (40.0% en la Fase Final), el dominio de los tiempos y su confianza, robándose al equipo y transformándose en el líder silencioso de un Baskonia que de su templanza defensiva (1.9 robos en la Fase Final) brilló en sus mejores noches. 

Es el amanecer de una noche fiel. La adolescencia de un imberbe, el día después del casamiento. Lo mejor para él está por venir y si de algo sirvió este título es para que esté en boca de todos. Desde Mar del Plata hasta España, sin escalas. No va en tren, ni va en avión. Levita, se imagina, se traslada y ejecuta a su antojo.   

No corre ni vuela, flota. Es talento en una baldosa. Es Luca. Luca Vildoza.