Frank Keaney, el inventor de las estadísticas avanzadas...hace 100 años
08:58 22/08/2020 | Keaney es, para muchos, el entrenador que más cambios generó en el básquet en la historia. Dirigió a Rhode Island hace 100 años e inventó el contraataque y el control de los tiros.
Siempre hay personas que en su rubro terminan, queriendo o sin querer, haciendo historia. Una casualidad, un hecho fortuito, una idea justa en el momento indicado. En el deporte, claramente los hay, y Fran Keaney es uno de ellos en el mundo del básquetbol.
¿Quién fue Keaney? Frank era un descendiente de irlandeses, nacido en Boston en 1886. En 1911 se graduó en la Universidad de Bates como Phi Beta Kappa, considerada como la más prestigiosa sociedad de honor en el campo de las artes y las ciencias en los Estados Unidos.
En 1920, Keaney fue contratado por la Universidad de Rhode Island como director deportivo, entrenador e instructor de química. Entrenaba a varios deportes y en el laboratorio producía linimento y alimentos para los atletas. Un personaje. Incluso logró fabricar un color azul suave al que le quedó el nombre de Keaney Blue.
Keaney era una persona que se cuestionaba las cosas, y en el caso de los deportes, sus jugadores tenían una coincidencia: no tenían tamaño y eran pocos. Pensando una solución, y hablaremos básicamente de básquetbol, a Keaney se le ocurrió que una de las pocas era una condición física perfecta. Una de sus frases famosas era "en Rhode Island no podés estar lesionado, va contra las reglas".
Keaney, que no sabía casi nada de táctica de básquetbol, implementó sin embargo un sistema que, quizá, terminó siendo uno de los inventos más importantes en la historia de este juego. Era sumamente simple: había que defender todo el campo los 40 minutos de juego para desgastar al rival. Nunca zona, nunca otro tipo de defensa. Y una vez tomado el rebote, salir disparados para intentar tomar un buen tiro rápido. Contraataque. Nadie hacía eso en aquellos años.
Era tan estricto su sistema que no pedía tiempos muertos y, cuando sus rivales lo hacían, le prohibía a sus jugadores sentarse. En una época donde los equipos promediaban 40 puntos, Rhode Island metía el doble, 80, y poco a poco se convirtió en tal sensación que sus partidos se llenaban y quedaba gente afuera.
"Si tiramos más, vamos a meter más", tenía como premisa. Y llevaba un recuento de todos los tiros del equipo. Algo que hoy llamaríamos estadística avanzada. Así llegó a aquella conclusión. Ernie Calverley jugó para Keaney entre 1942 y 1946 y recuerda esa etapa: "La idea era un pase largo apenas había un rebote o una conversión rival, y vencer al oponente desde la ventaja numérica. Después era todo improvisación. No teníamos sistemas ni patrones de juego. Él pensaba que si manteníamos un promedio de tiros más alto que los rivales, ganaríamos. Era un desorden organizado".
Por eso mismo, Keaney odiaba que picaran la pelota o la driblearan. Él quería solo pases y tiros rápidos. Cuando un jugador dribleaba le decía "¿qué quieres probar, que la pelota tiene aire adentro?". Otra actitud común en los entrenamientos era que, si tiraban con bajo porcentaje en el partido previo, les ponía aros 8 centímetros más chicos para que afinaran la puntería.
Otra locura de Keaney era que, cuando sabía que iban a jugar en una cancha que se llenaba de humo, los hacía entrenar en un gimnasio donde colocaba ollas de barro con el tabaco más hediondo que encontraba para simular el mismo efecto. Keaney era un gran provocador, odiado por todos sus colegas. Y un showman adelantado. En épocas donde no había reloj de 30 segundos, llegó a poner a 4 de sus jugadores a leer un diario mientras el quinto se quedaba con la pelota en un final donde tenían ventaja. Y de esas, miles.
En sus 28 años al frente de Rhode Island, pese a tener siempre equipos con menos talento que el resto, ganó 7 veces su Conferencia, llegó 4 veces al NIT y en 1946 tuvo la gran chance de jugar la final de ese torneo, nada menos que en el Madison Square Garden. Perdió contra Kentucky por un punto. En esos 28 años, su récord fue de 401 triunfos en 525 partidos, un altísimo 76.4% de victorias. "Nosotros no decimos que tenemos la verdad, pero tienen que pararnos", decía cuando criticaban su estilo.
A los jugadores que reclutaba, les entregaba un poema (adjunto abajo), titulado "El deseo de ganar", donde sumaba varias frases del tipo 'si pensás que vas a perder, perderás; piensa en grande y sus pensamientos se elevarán; piensa en pequeño y caerás con ellos'. Y así. Ya mayor, cuando hablaba con jóvenes entrenadores, les decía: "Sean diferentes. Dénse la oportunidad. Y no escuchen las críticas". Cien años después, muchas de sus ideas están más vigentes que nunca.
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