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El clásico más importante del mundo, versión básquetbol, Barcelona y Real Madrid se jugaban el pase a la final frente a otro histórico, como Olympiacos, con muchas ausencias: Yabusele, Poirier y Deck en el Madrid; Higgins en el Barcelona. Pero nada de eso valía hoy como excusa, más allá de que, en la previa, parecía que el Madrid se jugaba menos, justamente por las bajas. El otro dato que pesaba: muy probablemente el DT del perdedor no seguiría en el club el año próximo. Barcelona jugaba de loca, porque con Jasikevicius y Jokubaitis claramente tenía el apoyo de todos los lituanos. 

Las cosas se dieron, como en la primera semi, muy atadas de arranque, con el Madrid metiendo un 6-0 en base a un Williams-Goss agresivo para tomar su tiro preferido, el dos largo desde el tiro libre, pero a partir de que Satoransky clavó una bomba de la esquina tras asistencia de Lapro, se le abrió el aro de una forma increíble a los catalanes, con 3/3 de Abrines y 2 de Kalinic, para completar 6/10 en el primer cuarto, contra 0/2 en dobles. Igual, solo le alcanzó para tomar la delantera por poco tiempo e igualar en 18 tras esos 10 minutos. 

La pregunta era qué pasaría cuando Tavares tuviera que descansar. La respuesta de Chus Mateo fue Anthony Randolph y zona defensiva. Lo disimuló algo, pero el Barcelona sacó ventajas, porque además de Randolph, Mateo dejó mucho tiempo a un quinteto muy veterano y poco defensivo (Llull, Chacho y Hezonja juntos, más Randolph, por ejemplo), y eso fue letal ante un Barcelona que empezó a encontrar además tiros cortos con Jokubaitis y largos con Kuric, aun con aporte nulo de su estrella, Nikola Mirotic (0 en la primera mitad). 

Barcelona empezó a abrirse con un triple de Lapro más falta de Llull. sacó máxima de 9 un par de veces (40-31, 42-33), pero el increíble Llull metió su mandarina de cierre para dejar al Madrid en una posición más expectante (42-36), tras dos cuartos. BCN no supo sacarle mayor jugo a su 9/14 triples: tuvo muchas pérdidas hasta ahí (10), y no pudo controlar su tablero. 

El Madrid se puso en partido dentro de un esquema bastante mezquino, donde los nervios cada vez empezaron a pesar más, y el encuentro se fue encaminando más a lo que quería el equipo blanco: un final cerrado, donde los fantasmas (mayores), sobrevolaran a su rival, que venía de dos decepciones en esta instancia en 2021 y 2022. Jasikevicius, en lugar de ponerle paz a sus jugadores, les trasladó más presión (como casi siempre hace en estos casos), y la respuesta fue mala.

El Madrid llegó a irse 7 arriba con un parcial de 18-5 (54-47), con momentos altos de Williams-Goss y Musa, mientras Mirotic seguía en 0 (0/2 dobles y 0/6 triples). Entonces apareció Lapro como salvador, pero demasiado solo. Los nombres del Barcelona se escondieron mucho (además de Mirotic, Abrines), Satoransky no pudo nunca desequilibrar en los constantes poste bajo que se jugó contra Chacho, y el Madrid volvió a tomar la delantera tras un transitorio empate con Rodríguez dominando mentalmente el juego, anotando 9 puntos seguidos y tomando el control del juego con sus veteranos amigos Llull y Rudy. 

El Madrid se fue 7 arriba con ese 9-0 (todos puntos de Chacho), a 4m35s del final y Saras pidió tiempo muerto, quizá para jugarse su última chance anímica de dar vuelta el espíritu de su equipo... y de Mirotic. No hubo manera de revertir la historia. Barcelona jugó los últimos 3 minutos, 5-7 abajo, como si faltaran 30 segundos, y fueron casi todas malas decisiones. Demasiada diferencia de carácter y de cómo asumir las responsabilidades. Victoria inapelable del Madrid 78-66, con un partido monumental de Tavares (20 puntos, 14 rebotes y 3 tapas). Lapro terminó con 12 puntos, 3 rebotes y 3 asistencias. El domingo, la gran final Olympiacos-Real Madrid, la misma que en el 2013 significó la última coronación de los griegos. 

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Fabián García / [email protected]
Enviado especial a Kaunas, Lituania
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