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Una remera blanca manga larga, una muñequera Nike negra y una mirada inocente y pasiva que oculta la hiperactividad que luego demostrará. Es Facundo Campazzo y en su histórica foto con su primer equipo, Municipal de Alta Córdoba, abraza la pelota como si no quisiera soltarla, al igual que de adulto se aferró al sueño de la NBA y no peleó hasta conseguirlo.

Allí en ese club que hace unos atardeces lo homenajeó poniéndole su nombre al estadio empezó todo y si alguien lo recuerda mejor que nadie es Roberto Dall ´Amore, quien fue el primer entrenador de Campazzo en el mundo del básquet hasta que a las 14 primaveras partió a Unión Eléctrica en busca de dar un salto que luego se tradujo en un reclutamiento de Peñarol.

Justamente su entrenador fue el primero en asombrarse de lo que hacía el base de Denver en una cancha. “Estábamos jugando una final de U13 contra Instituto en Atenas, con cancha llena. Y él venía picando la pelota, cuando el técnico le dio una indicación mientras los rivales salían a presionarlo. Facu paró, se guardó la pelota atrás de la espalda mientras los rivales le tiraban manotazos para sacarle el balón y le preguntó, sonriente, ‘¿qué?, ¿Cómo?’ Fueron dos segundos pero esa acción demostró su temple y talento. Yo, como adulto, quedé rendido ante esa imagen”, confesó en una entrevista para el departamento de prensa de la CABB.

Esa picardía y determinación se repetirían constantemente hasta el día de hoy y le permitirían conquistar continentes enteros. Desde Córdoba hasta Mar del Plata, España y Estados Unidos, lo de Campazzo roza el surrealismo. Fue, es y será un despotismo.  

Ignacio Miranda/ [email protected]
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