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Jordan es considerado por muchos expertos y aficionados como el más grande jugador de baloncesto de todos los tiempos, gracias a su brillante trayectoria con los Chicago Bulls durante las décadas de 1980 y 1990. No obstante, su historia comenzó bastanta antes de llegar a la NBA, cuando aún destacaba como joven promesa universitaria. A los 19 años, representó a Estados Unidos en los Juegos Panamericanos de 1983 en Caracas.

Durante ese torneo, la selección de Estados Unidos, en la que Jordan ya mostraba destellos de su grandeza, enfrentó a México en un partido que sería recordado por el sorprendente arranque de los mexicanos. Liderados por José Luis Arroyos, el equipo azteca tomó la delantera con un marcador inesperado, dominando la primera mitad del juego. Sin embargo, el conjunto estadounidense reaccionó tirando una presión de toda la cancha.

Este cambio táctico permitió a Michael Jordan desplegar todo su potencial, destacando por su agilidad, capacidad de salto y visión en la cancha. Arroyos, quien intentó detenerlo en varias jugadas, reconoció que desde ese momento supo que Jordan estaba destinado a convertirse en una figura histórica. La remontada de Estados Unidos se concretó con un marcador final de 74-63, dejando una gran lección para el conjunto mexicano. En esa misma competencia, Argentina también se enfrentaría a Jordan y ganaría el USA Team por 88 a 68.