Historia de Argentina en los Juegos Olímpicos: Helsinki 1952
22:47 22/07/2021 | Después de ganar el Mundial de 1950, Argentina viajó a Finlandia con muchas expectativas, y aunque no fue medalla, se prendió entre los mejores.
Juan Gazsó, el húngaro goleador de Argentina en Helsinki (Foto El Gráfico)
Habían pasado cuatro años desde la primera experiencia olímpica en Londres, dos desde el título mundial en Buenos Aires, y uno desde el segundo puesto en los primeros Juegos Panamericanos de la historia, también desarrollados en la Argentina. El equipo era una potencia a nivel mundial, eso estaba claro, en una época donde Europa no existía prácticamente, ya que se estaba recién acomodando tras una guerra demoledora.
Para 1952, las cosas habían mejorado en cuanto a la posguerra, pero igualmente los equipos más poderosos estaban en América: Estados Unidos, Argentina, Uruguay y Brasil. Incluso Chile. De hecho, los 5 terminaron en los primeros 6 puestos, solo exceptuados por la Unión Soviética, que llegó a la final, perdida ante los norteamericanos.
Lo que pasó con Argentina lo resumiremos con el texto que en su momento el gran colega Osvaldo Orcasitas escribió para Básquet Plus antes de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. A continuación, su nota:
Argentina llegó a Helsinki 1952 como primer campeón mundial en Buenos Aires 1950. El partido del grupo "A" de la rueda decisiva contra Uruguay era clave para definir las semifinales. Si se ganaba, los rivales eran los soviéticos, considerados accesibles para nosotros por el ambiente. Si se perdía, se chocaba contra un imbatible: Estados Unidos de América.
¿Qué pasó? Los pronósticos fueron aniquilados por Uruguay, que ganó 66-65 en tiempo suplementario el miércoles 30 de julio y alteró las posiciones teorizadas, cuatro días después de la muerte de Evita y cuando en el país se había decretado duelo nacional. La agencia United Press International (UPI) calificó a la victoria uruguaya como "sorprendente e inesperada".
El juego, dentro de una enorme tensión, fue al ritmo lento de los uruguayos, por lo que resultó muy trabado y forcejeado. Se llevaron el primer tiempo por 39-31. Argentina, liderado en la ofensiva por Furlong (23 tantos) y Del Vecchio (11), pudo pasar al frente por 53-52 en el minuto 15 del complemento y también mediante acciones de quien fue nuestra figura olímpica de aquella vez, Juan Gazsó, el lungo de 1,95 metros, nacido en Telecka (Hungría). Fue el goleador del equipo en Helsinki con 13,5 puntos de promedio.
Durante esos tres últimos minutos la ventaja sacada por los argentinos orilló entre los 2 y los 5 puntos. "Parecían seguros de ganar", puntualizó la UPI. Pero, en una época en que no había límite para la posesión de la pelota, Raúl Pérez Varela, en lugar de estirar la retención, se excedió innecesariamente en una acción personal. No pudo prosperar en su maniobra y se perdió la pelota. Algunos memoriosos recuerdan que se pasó en la bandeja y sacó un tiro muy forzado hacia atrás, porque ya había transpuesto la línea del tablero.
El banco argentino, sabiendo que la indicación era de no tirar para hacer correr el reloj, al intuir la intención del diminuto base, se levantó desesperado y gritó: "¡¡¡No!!!". Se echó a perder todo. Adesio Lombardo (21 en total), la gran figura de Uruguay, sumó los últimos tres puntos para empatar en 61 y provocar el suplementario.
En ese tiempo adicional Martín Acosta y Lara (“Macoco”), desde casi la mitad de la cancha, provocó el mazazo letal. Con dos manos y como si fuera una media vuelta, faltando tres segundos, clavó el bombazo que puso el tanteador 64-66, reducido al 65-66 definitivo por un tiro libre. De esta manera se nos daba el cruce menos conveniente.
En la semifinal del jueves 31 de julio se les hizo resistencia a los norteamericanos, aunque se perdió por nueve tantos (76-85) en un partido "singularmente emotivo", como lo definió la agencia France Presse (AFP). Los nervios, el déficit de talla y los valiosos tiros libres fallados nos complicaron. Nos madrugaron en los primeros siete minutos: 0-14. Nos pusimos 39-43 al término del primer tiempo, pero no se pudo más.
El duelo Argentina-Uruguay del viernes 1° de agosto, por la medalla de bronce, fue una guerra. El diario "La Razón" de Buenos Aires tituló: "Los basquetbolistas de Argentina y de Uruguay tomáronse a golpes de puño". Informó: "Roberto Lovera y Juan Carlos Uder saltaron para un rebote y terminaron a las trompadas. Como consecuencia, la reyerta fue general. Se propinaron trompis y puntapiés y hubo una suspensión de tres minutos". Se siguió con un clima caldeado.
Los uruguayos sufrieron la expulsión de Tabaré Larre Borges y terminaron con cuatro jugadores (Baliño, Cielinskas, Lovera y Lombardo) por sufrir cuatro salidas por tope de fouls (cuatro en esa época). Los que se fueron: Acosta y Lara, Demarco, García Otero y Matto. Su plantel inicial, reducido a nueve hombres, no contó con el lesionado Costa y los suspendidos Roselló y Peláez, por los incidentes ante Francia. Para Argentina fue peor: nueve jugadores abandonaron el juego por faltas: Menini, Del Vecchio, Contarbio, Pérez Varela, Gazsó, Roberto Viau, Ricardo González, Uder y Furlong. Debió finalizar con tres (Monza, Pagliari y Lledó). Estos detalles se pueden precisar por gentileza del colega Alejandro Pérez, quien pudo capturar una fotocopia de la planilla oficial del partido en una gestión que hizo en la FIBA y tuvo la respuesta del alemán Florian Wenninger, entonces hombre de Comunicaciones.
Los uruguayos ganaban 53-42 y terminaron 68-59. Adesio Lombardo volvió a ser inmarcable para conservar el triunfo: nos metió ¡44! puntos sumando los dos partidos, 21 en el anterior y 23 ahora. "Esa vez nos ganaron bien, nosotros cometimos errores garrafales", reconoció Omar Monza con el paso de los años.
En conclusión, Argentina empezó ganando sus primeros cinco partidos, pero perdiendo los últimos tres, dos de ellos ante el rival más encarnizado de entonces, Uruguay. El sabor fue amargo, más allá de quedar entre los 4 primeros del mundo por segunda vez, tomando el Mundial como la primera. Nadie sabía que allí se acabaría una generación que no fue al Mundial 1954 por razones políticas, y tampoco a los Juegos del 56 en Australia, tras ser declarados profesionales la mayoría de los jugadores seleccionables de entonces. Ese agujero tardaría décadas en taparse.
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