La Argentina, como siempre ha sucedido, no solo tiene presente sino que también grandes promesas de cara al futuro. Pero lo que no ha ocurrido tan a menudo, es que algunos de estos jóvenes puedan desarrollarse en los máximos niveles de exigencia que brinda el planeta. Uno de esos casos es el de Erik Thomas (22 años y 1.96 metros de altura), quien nació en Paraná cuando su padre, el mítico Jimmy Thomas, jugaba en Echagüe, pero se desarrolló en Estados Unidos.
A muy temprana edad y en su plena infancia, tras vivir unos años en Bahía Blanca se mudó definitivamente a los Estados Unidos, pero no perdió sus raíces argentas. De hecho, en el encuentro con Manu Ginóbili antes de los playoffs tenía puesta la celeste y blanca. El amor por su país natal se fue incrementando con el correr de los años, no solamente porque gran parte de su familia vive acá, sino porque también su hermana (Sthefany Thomas) también está ligada, ya que ha representado a la Argentina en numerosos torneos internacionales.
El destino es caprichoso, pero tiene sus vueltas y siempre se encarga de poner las cosas en su lugar. Quizás lo mismo ocurra con Erik, eso solo el tiempo lo dirá. La primera ronda de la AmeriCup se desarrollará en Bahía Blanca y el paranaense no pasó por alto esta situación: “Si, sé que se juega la primera fase de la Copa América en Bahía, siempre estoy listo y esperando la posibilidad. Sería increíble tener la oportunidad de jugar en la ciudad la que crecí y en donde vive mi familia, así como también representar a mi país. Esto último siempre ha sido uno de mis sueños. Me gustaría mucho poder ponerme la camiseta Argentina”.
Este año finalizó su etapa en el básquet universitario y lo hizo de la mejor manera. Clasificó con New Orleans Privateers al March Madness, algo que no le sucedía a la Universidad desde hacía 21 años. Y no solo eso, sino que fue la principal figura del equipo y se ganó premios importantes, dado que fue elegido como el Mejor Jugador de la División Southland, así como también recibió una Mención Honorable All-American. Cerró una fase de su carrera y ahora se viene otra plagada de desafíos: “Esta temporada logré mis objetivos, el balance fue buenísimo y trabajé mucho para lograrlo. Ahora sigo entrenando y trabajando para lo que viene. La NBA sigue siendo mi primer objetivo, quiero tener la oportunidad de jugar en la mejor competencia del mundo. Obviamente que el Draft es el sueño de todo jugador, voy a tratar de poder incluirme con equipos y jugar en los campamentos de verano”.
Hace poco, cuando se estaban disputando los últimos partidos de la temporada regular, tuvo un encuentro muy especial y que lo marcó, tal como él mismo lo cuenta: “Estuvo buenísimo haber podido conocer a Manu Ginóbili y compartir ese tiempo con él. Es una persona simple, humilde, con buena onda y lo admiro mucho como jugador. Nos encontramos con Manu antes de que empiece el partido. Me felicitó y me dijo que tuve una muy buena temporada. Además me preguntó cuáles iban a ser mis próximos pasos y qué era lo que quería hacer. También me aconsejó, me dijo que siga trabajando duro y que me mantenga enfocado en mis objetivos. Manu como jugador es uno de los mejores. Su experiencia y presencia tiene mucho impacto en el equipo y eso se ve en la cancha. Fui al partido con mi papa y con Gustavo, un amigo de la familia. Después de charlar con Manu, llamé a mi mamá y a mi hermana para que lo puedan conocer y hablar con Manu vía FaceTime. Las dos reaccionaron igual... felices”.
Los miembros de la Generación Dorada siguen sembrando sus semillas y está muy bueno que haya chicos jóvenes con la sabiduría y las ganas de cuidarlas y de regarlas, para que crezcan con raíces fuertes y con sus copas repletas de valores.
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @JuanmaOre22