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Habla con Gregg Popovich e inmediatamente después se agacha para no tapar al público. Sus ojos están abiertos como si hubiera visto un espíritu. Está quieto, pero se quiere mover. Es un Ferrari listo para ir de 0 a 100 en cuestión de segundos. Suena la bocina y pide el cambio. Entra, se peina y aplaude. La ansiedad pasa y la multitud se pregunta quién es ese flaco. El Staples Center se viene abajo y a Ginóbili no le importa nada. Sólo quiere divertirse y jugar.  

“Manu Ginóbili debuta para San Antonio. Se hizo profesional a los 18 años en Argentina. Ha esperado este momento por mucho tiempo”, dice el comentarista del juego mientras Ginóbili intenta encontrar su propia calma. Restaban 3:15 minutos para el final del primer cuarto y había entrado por Steve Smith para destrabar el partido. 

Y de qué manera lo hizo, ingresando y marcando el primer triple del juego a los pocos minutos, desde la esquina y tras recibir un pase de Malik Rose. Después metió un gran pase a Danny Ferry y una bandeja pasada exquisita con su rebelde zurda. Por si eso fuera poco, se dio el lujo de robarle una pelota a Kobe Bryant, a quien tuvo que marcar por momentos durante su tiempo en cancha. 

Manu terminó jugando 20 minutos y totalizando siete puntos (2/5 en dobles y 1/4 en triples), dos rebotes, tres asistencias, cuatro robos y dos pérdidas. "Jugué un poco más de lo esperado, sobre todo en los últimos minutos. Se ganó en la cancha del campeón", dijo el argentino al terminar un partido en el que demostró que estaba para cosas importantes.  

El tiempo le dio la razón y en San Antonio fue ídolo. También marcó un antes y un después en la NBA a través de su rol de sexto hombre, consiguió cuatro anillos (2003, 2005, 2007 y 2014) y puso a la Argentina en lo más alto de Estados Unidos. Los sueños están para cumplirse, y, si no, pregúntenle a Manu. El héroe de muchos, el mejor en la historia del país.