Santa Fe y un incentivo muy especial para lograr el Argentino de 1997
22:10 28/12/2024 | Con Chapu Nocioni como joven figura y un Gustavo Monella que negoció algo increíble, los santafesinos reconquistaron el más argentino de los campeonatos.
El 1997 de Chapu Nocioni fue sumamente llamativo. Concentró con la Selección Argentina pero no quedó en el equipo definitivo y finalmente no fue al Mundial Sub 22 que dio comienzo a lo que luego sería la Generación Dorada. Sin embargo, al tiempo tuvo doble festejo con la selección de Santa Fe en el Argentino de Sub 22 y el de Mayores.
Así lo contaron en el libro Chapu, historias de un guerrero:
La selección Sub 22 de Santa Fe se preparaba para el Argentino que se iba a jugar en Rosario. El entrenador era Pablo D’Angelo, otro integrante del círculo íntimo de Najnudel. Cuando se enteró del corte de Chapu, inmediatamente lo llamó para que se sumara al equipo. “Se incorporó enseguida. Los jugadores estaban alojados en el Hotel República, donde también estaban los mayores que iban a ir al Argentino de esa categoría en La Rioja, unas semanas después. Hacíamos entrenamientos mezclados, porque medio equipo de mayores iba a salir del Sub 22”.
Las prácticas eran de 18 jugadores: 12 Sub 22 y 6 mayores. El grupo de los más jóvenes sufrió un golpe anímico durísimo unos días antes del torneo. Los que eran de Rosario vivían en sus casas y el resto, en el República.
El viernes a la noche previo al comienzo del torneo, Diego Lo Grippo, una de las principales figuras del Sub 22, volvía a las 3.30 de la madrugada para su casa desde la de su novia (actual esposa) en un Ford Falcon color crema de su padre cuando, en la intersección de las calles San Luis y Rodríguez, paradójicamente a una cuadra de la concesionaria de autos que tenían Pablo D’Angelo y su hermano, un Peugeot 504 con 7 jóvenes en no muy buen estado lo embistió de costado, provocando la expulsión de Lo Grippo del auto, quedando inconsciente al borde de la calle, hasta que llegó una ambulancia y fue internado en el Hospital Heca.
Lo Grippo iba con otro integrante del plantel, Fabricio Massari, que sufrió tal conmoción que empezó a correr sin rumbo y apareció cerca de la terminal de ómnibus de Rosario, totalmente en shock, sentado en el cordón de la vereda. Lo Grippo se perdió los dos torneos, obviamente, sufriendo una grave fractura de húmero, que no solamente le demandó más de 8 meses de recuperación, sino que frustró su partida acordada a Italia, donde iba a firmar un contrato de varios años. Sus compañeros, comandados por Nocioni, lo visitaron en el hospital y le prometieron que le llevarían la copa de campeones.
Santa Fe arrasó con el torneo, disputado también en cancha de Newell’s, salvo en la final contra Buenos Aires, ante quien vengaron la derrota de la final del año anterior en Mar del Plata. Esa misma noche fueron al sanatorio donde estaba Lo Grippo para cumplir la promesa de la Copa. Diego nunca olvidó ese gesto. “Diego era la figura del equipo, así que fue un golpe para el grupo. Recuerdo que jugué bien ese campeonato, bastante minutos. Y me acuerdo perfecto que mientras estábamos entrenando vimos todos juntos la pelea en la que Tyson le arrancó la oreja a Holyfield. Después le llevamos la Copa a Logri al sanatorio”.
La concentración siguió para el Argentino de mayores, con 6 del Sub 22 campeón: Nocioni, Roberto López, Mariano Ceruti, Alejandro Reinick, Diego Fessia y Fabricio Massari. Los grandes eran Gustavo Monella, Marcelo Ottolini, Claudio Solberg, Danilo Delset, Gustavo Picioni y Fabián Righi.
El equipo viajó a La Rioja en colectivo y se instaló en un hotel de la ciudad. Chapu compartía habitación con dos de los veteranos: Monella (hoy agente de jugadores) y Ottolini, un zurdo tirador. Monella tenía 27 años y Ottolini 34. Después del incidente en Chile, D’Angelo se aseguró de rodearlo de jugadores más grandes que pudieran ordenarlo. Ottolini, incluso, lo conocía de Santa Paula, donde había jugado la Liga Nacional en la época en la que Chapu vivía en Gálvez e iba a mirar los entrenamientos.
Los locales habían armado un Dream Team, con casi todo el equipo de Liga de Andino representando a la provincia, con un único crédito propio: Picana Rodríguez. Los dirigía Horacio Seguí, que venía de ser el técnico de Chapu en Olimpia y había sido recomendado por Mario Guzmán, riojano él, que también comandaba a Andino y era conocido de Carlos Menem, riojano también y presidente de la República. Se armó todo un show, con invitados especiales, como Hugo Orlando Gatti, desfiles y demás. Bien acorde a la etapa menemista.
Santa Fe no ganaba un Argentino desde 1977 y La Rioja era el candidato, con Daniel Farabello, Manuel Muguruza y Jorge Rifatti, entre otros. A la Federación de Santa Fe la presidía Ramón Celestino, un empresario que fabricaba pisos para canchas de básquet. Monella era el capitán del equipo y tuvo que sentarse a negociar con Celestino los viáticos y el premio de acuerdo a la posición final. “Creo que ahí empecé mi trabajo como representante. En medio de la conversación, le pregunté qué premio íbamos a recibir si salíamos campeones. Y se empezó a reir. ‘Con el equipo que armó La Rioja y los 20 años que llevamos sin ganar, si salen campeones les regalo un viaje al Caribe a cada uno’, me dijo. Y yo acepté. Solo había premio si salíamos campeones”.
Cuando le dijo a sus compañeros lo que había arreglado, también se rieron. Como Celestino era conocido por no cumplir, Monella le dio estrictas órdenes a los jugadores. “Les dije que en cada nota o entrevista que hiciéramos, en algún momento metiéramos en el medio que si ganábamos Ramón Celestino, dejando clarito su nombre, nos había prometido el viaje al Caribe”.
En el medio del torneo, la delegación fue invitada a un asado en las afueras de la ciudad, cerca de la cordillera. Dice D’Angelo: “Chapu y Ceruti eran dos enfermos y no paraban nunca. Y en el medio del asado se subían a la ladera de la montaña, como 30 metros, y se tiraban haciendo culopatín, como si estuvieran en la nieve. Yo los quería matar, porque podían lesionarse”. Monella también se acuerda de la hiperactividad de los dos. “En el Argentino, al tercer día, los veteranos ya no dábamos más, porque se jugaba todos los días. Y ellos llegaban a la práctica y se ponían a correr como locos, uno para cada aro, y la volcaban. Y después al otro aro. Así como diez veces. Tenían una energía impresionante”.
El torneo marchó tranquilo para Santa Fe, que llegó a la última jornada de la fase de grupos ya clasificado para las semifinales. Y le tocó en ese partido de cierre enfrentarse a La Rioja. Los locales salieron con toda la furia y consiguieron un triunfo aplastante, lo que generó bronca en otro de los equipos participantes, que con ese resultado quedaba afuera. Encima, a D’Angelo se le ocurrió mandar a Nocioni a marcar a Daniel Farabello, un base alto y muy rápido. D’Angelo lo recuerda con humor: “Al otro día salió en un diario que Santa Fe había ido a menos, entonces Chapu me dice, ‘cómo no van a pensar que fuimos para atrás si me mandaste a marcar a Farabello’. Cosas de los Argentinos”.
Por las semifinales, Santa Fe tuvo que volver a jugar contra La Rioja, pero esta vez no le dio chances y pasó a la definición contra Córdoba. “En el equipo de ellos jugaba Matías Tomatis, y me acuerdo especialmente porque el pibe, durante el partido, estando yo defendiéndolo, se corría para un costado, vomitaba, y seguía jugando. Insólito”. Pablo D’Angelo lo recuerda más todavía, porque Tomatis le arruinó unos zapatos de gamuza impecables que había llevado al torneo.
La final la ganó Santa Fe 70-63. Los jugadores saltaban eufóricos en el estadio Carlos Menem al grito de “¡nos vamos al Caribe, nos vamos al Caribe!”. En la cancha estaba Celestino, que no sabía si festejar o llorar. “Hubo cuatro que fuimos a Isla Margarita -dice Monella-: Roberto López, Fabián Righi, Diego Fessia y yo. La pasamos bárbaro. Otros cambiaron el premio por viajes a otros lugares. Ceruti se fue a Carlos Paz con unos amigos, otro viajó a Bariloche y así”.
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