En su Fredericksburg natal Monty siempre soñó con ser un jugador de la NBA, trabajaba duro desde sus primeras experiencias en el Potomac Oxon Hill y luego en la universidad jugando para Notre Dame. Su norte estaba ahí, en ser un profesional del baloncesto y era por donde pasaban sus pensamientos hasta que se topó con Ingrid, su futura esposa, en unos de los corredores dentro del complejo universitario.
A partir de ahí sus sueños de NBA fueron compartidos con su compañera de vida, la relación que forjaron con Ingrid fue tan genuina desde el primer momento que con el diario del lunes no resultó nada raro ver la familia que lograron formar con cinco hijos y lo bien que se complementaban entre sí. La vida de Monty jugando en Notre Dame era por demás auspiciosa con buenos números (7.7 puntos, 3.7 rebotes, 48 % en triples) y poco a poco se transformaba en un prospecto que empezaban a mirar las franquicias, pero la vida le dio su primer golpe para ver de qué estaba hecho.
Una tarde un médico, en un chequeo, le dijo que tenía una miocardiopatía hipertrófica. Un engrosamiento de su ventrículo izquierdo que provocaba latidos irregulares potencialmente fatales y que debía abandonar el básquet para siempre. El golpe fue durísimo para alguien que su meta una, dos y tres era jugar en la NBA. A raíz de eso, estrechó aún más su vínculo con Ingrid, quien le puso el hombro y cabeza a su amado Monty para ayudarlo a superar esa noticia nefasta.
La depresión lo metió en un pozo y hasta con rastros de querer acabar con su vida, Monty no tenía otro sentido por el que vivir, hasta que de a poco pudo ir saliendo de la mano de su novia en aquel entonces que le mostró el camino de la fe, el mismo que ella transitaba diariamente y que nunca tuvo la posición de ir evangelizando a cuanta persona se cruzase, sino que solo lo mostraba cuando se lo pedían.
“El señor sanará tu corazón”, le expresó con cariño y esperanza Ingrid y Monty lo recibió como quien se aferra a una luz y así fue que empezó a acompañar a su futura esposa a un centro de ancianos al cual acudía ella todas las tardes para acompañar y cuidar a una anciana llamada Helen que padecía Alzheimer.
Al año siguiente de haber recibido ese mazazo de no poder jugar más al básquet, Monty se enteró por medio de uno de los entrenadores de Notre Dame que había una prueba experimental que podía revertir la situación. En los Institutos Nacionales de Salud en Bethesda, Maryland, Williams se sometió a la prueba sin importar las consecuencias adversas si algo salía mal, todo sea por su sueño, jugar en la NBA.
Aquel riesgo de vida en la intervención tuvo que ser aprobado por su madre y su corazón fue interrumpido nomás para la prueba. Transcurrido el tratamiento, Williams fue anoticiado de que estaba bien y que su corazón podía soportar una vuelta al básquet.
Su regreso fue furioso promediando 22.4 puntos, 8.2 rebotes, llamando la atención de la NBA y cumpliendo su sueño, los Knicks fueron quien se lo quedaron al año entrante en el puesto número 24. Su carrera estuvo signada por los altos y bajos, al mismo tiempo que por fuera de la cancha su costado benéfico fue en aumento gracias al apoyo incondicional de su amada esposa.
Estaban hechos el uno para el otro, su comunión fue tan grande que ayudaron a mucha gente, visitando cárceles, dando charlas con los reclusos y otorgándoles un libro bíblico escrito por ellos mismos denominado "Look Again 52". También trabajaron en un refugio para niños maltratados y en pretemporada se anotaron para viajar a Sudáfrica con Basketball Without Borders.
Ingrid era el sostén necesario para la vida que llevaba Monty, ahora siendo parte de cuerpos técnicos de distintas franquicias, por eso que la noticia recibida aquel 9 de febrero del 2016 fue devastadora. En un accidente de tránsito, el auto de Ingrid fue embestido de frente por otro vehículo y con ello perdió la vida.
"No puedes ceder", fue lo que se dijo para sí mismo ante el concurrido funeral de su esposa y en parte se lo expresó porque era lo que hubiera dicho Ingrid. Su personalidad dedicada al otro, le permitió ganarse el respeto de todos y hasta las figuras más renombradas por caso Kevin Durant, Tim Duncan, Chris Paul, entre muchos otros lo acompañaron en ese duro momento, recordando las veces que estuvo Monty del otro lado del mostrador, sosteniendo y escuchando a un compañero, así sea por el simple hecho de haber tenido un mal partido o una floja temporada.
Para la hoy figura de la Nets, Kevin Durant, Monty Williams, es una persona muy querida en su entorno y cuando alguna vez tuvo que referirse públicamente a Monty no dudó: "Odiará que diga esto, pero es el mejor hombre que conozco. Y eso no es un desprecio para mi papá, mi padrino, mi tío o cualquier entrenador que haya tenido". Luego agregó: "Monty te escucha, te permite desahogarte, pero luego te traerá de vuelta a la realidad. Estuve hablando por teléfono con él en el momento que tomé la decisión de ir a Golden State, justo antes, justo después. Mucha gente mantiene su mente en esta burbuja del baloncesto y él miró toda la vida. Estuvo siempre allí, como amigo".
"Cosechas lo que siembras", reza el mandato popular y en Monty Williams todo fue generosidad y por eso que por su fortaleza para renacer de los más duros momentos, hoy la vida le da una sonrisa con sus Suns, aunque más no se trate solo de básquet. La felicidad de Monty es compartida por sus dirigidos y por el mundo NBA que ve cómo le va bien a una persona tan compañera como fiel que supo extraer de Ingrid lo más sagrado de su personalidad para volverlo en su profesión y conseguir la victoria más importante de su carrera, la amistad y el respeto.
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