La anécdota más extrema de Jordan: cuando un samurái casi lo cortó al medio
15:00 26/11/2024 | Evidentemente Michael Jordan no le temía a nada. En 1982 se animó a participar de la exhibición de un tal Mike Crain y por poco no acabó con su carrera.
En la primavera de 1982, Michael Jordan, entonces una joven promesa de 19 años en la Universidad de North Carolina, vivió una experiencia que pudo haber cambiado para siempre la historia del básquet. Invitado a un evento en la prisión de Raleigh organizado por el exjugador de la NFL Bill Glass, Jordan aceptó participar en una exhibición que combinaba riesgo y espectáculo: acostarse con una sandía sobre su abdomen mientras un artista marcial, Mike Crain, intentaba partir la fruta con una katana y los ojos vendados.
El acto, diseñado para entretener a los reclusos, tomó un giro peligroso cuando Crain, aunque logró cortar la sandía, aplicó demasiada fuerza y falló en la precisión de su swing. La espada rasgó la camiseta de Jordan y dejó un corte en su abdomen. “Mirá lo que hiciste”, le gritó MJ, frustrado al notar que la remera dañada era un regalo de sus entrenamientos con la selección universitaria de Estados Unidos. La herida, aunque superficial, requirió tres puntos de sutura, marcando uno de los episodios más inusuales en la vida del futuro seis veces campeón de la NBA.
El contexto de la historia es clave: Jordan acababa de convertirse en una figura nacional tras su icónico tiro que le dio el título de la NCAA a North Carolina en 1982. Sin embargo, aún estaba lejos de ser la leyenda que conocemos hoy. Dean Smith, su entrenador, lo envió al evento cuando figuras más reconocidas como Sam Perkins no estaban disponibles. Paradójicamente, el incidente con la katana casi pone en riesgo una carrera que luego cambiaría el curso del básquet mundial.
Afortunadamente, la lesión fue menor, pero el evento dejó una lección para Jordan sobre los riesgos fuera de la cancha. Más de cuatro décadas después, esta anécdota sigue destacando no solo la temeridad del joven Jordan, sino también el fino margen entre la historia y el “qué hubiera pasado”. Si aquel corte hubiera sido más profundo, quizás el mundo nunca habría presenciado la grandeza del número 23 de los Chicago Bulls.
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