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¿Cuántas veces se ve a un pibe correr detrás de un jugador para conseguir una foto? ¿Cuántas veces esa posibilidad queda frustrada? Ocurre miles de veces, pero en algunos casos, la foto toma vida propia y termina convirtiéndose en un documento hermoso, contundente. 

En 2004, Nicolás Brussino viajó a Buenos Aires para acompañar a su hermano Juan a un campus en Boca Juniors. En un momento, se cruzó con Martín Leiva y Paolo Quinteros y le pidió a su papá una foto con cada uno de ellos. El destino puso a Nico, luego, como compañero de Paolo en Regatas y casi de Leiva, porque cuando Martín fue a Corrientes, Nicolás justo se mudó a Peñarol. 

Cuando coincidió con Quinteros en Regatas, una de las primeras cosas que hizo fue mostrarle la foto de muchos años antes. "Para mi es una alegría enorme, me pone muy feliz verlo trascender de la forma que lo hizo, y lo va a seguir haciendo. Por así decirlo lo tuve bajo el ala tres años, todos los días competíamos a lo que sea y siempre supe que su techo era muy alto, que iba a llegar sí o sí. Y las vueltas de la vida nos ven hoy conpartiendo selección", dice Paolo.

Nicolás se acuerda perfectamente de la ilusión que tenía con sus 11 años en aquel 2004. Todavía no había pegado el estirón a los 16 años (medía 1.70) que lo empezó a llevar a sus actuales 2.05 metros. "Cuando fuimos compañeros en Regatas se la mostré. Y ayer le pedimos a Germán Beder (jefe de prensa de CABB), que nos sacara una otra vez juntos, porque no teníamos ninguna".

La ilusión del pibe de 11, la vigencia del crack del 2004, la nostalgia por el paso del tiempo y dos imágenes que no necesitan epígrafe.