Año I después de Manu
22:12 15/10/2018 | La NBA en particular, pero el básquetbol en general, pierden para el futuro a uno de los buques insignia del avance del baloncesto internacional, aprovechado por la NBA.
A mediados del 2002, el panorama de los extranjeros en la NBA era muy distinto al que observamos hoy. Si bien ya había empezado el desembarco global (hubo 55 en esa campaña, contando casos particulares como Steve Kerr -Líbano-), muy pocos tenían injerencia en sus equipos o se destacaban: Steve Nash y Dirk Nowitzki en Dallas, Tim Duncan en San Antonio, Pau Gasol en Memphis, Peja Stojakovic y Vlade Divac en Sacramento. Poco más.
Pero en ese 2002 se esperaba la revolución Yao Ming, el chino de 2.24 que llegaba a la NBA para jugar por Houston Rockets y muchos pensaban que cambiaría la historia de la Liga o, al menos, la de Houston. También, era el inicio grande de la explosión de la relación NBA-China, más allá de algunos intentos anteriores no muy exitosos. Lo que nadie imaginaba era que el que modificaría buena parte de la imagen de los extranjeros en la Liga sería el zurdo blanco fichado por San Antonio Spurs, Emanuel David Ginóbili.
Manu entró a la NBA con todos los pergaminos posibles (MVP de Euroliga, campeón y subcampeón de Europa, plata en el Mundial), pero no ocupaba los ojos de nadie, para qué mentir. Ni siquiera los de su entrenador (Popovich) y compañeros. No estaba en el radar. Quizá eso le jugó a favor, porque si algo motivaba a Ginóbili en esas épocas era el desafío de romper. Ya lo había hecho en Europa y solo le faltaba tener la prueba enfrente para romper también el molde americano.
Era un tiempo en el que los latinos se contaban con los dedos de una mano: Carlos Arroyo, Oscar Torres, Eduardo Nájera y stop. Ninguno había conseguido demasiado y, menos todavía, ser parte importante de un equipo contendiente. Manu, que a sus 25 años ya marcaba diferencias de inteligencia y mentalidad para el deportista standard, estudió el panorama los primeros meses y, de febrero en adelante, ya entendido cómo era eso de la NBA, empezó a hacerse su lugar.
No vamos a contar todo el proceso, ya recontra sabido, pero vale sí este relato contextual de su primer año en la NBA, porque mañana comenzarará la primera temporada sin él en 16 años y su marca quedó indeleble. Simplista sería decir que pasó a formar parte de la élite histórica de extranjeros en esa competición (en una encuesta que publicaremos en los próximos días con pesos pesados, todos lo pusieron al menos en un tridente superior con Nowitzki y Pau Gasol). Ginóbili cambió cimientos de la propia Liga que parecían imposibles de modificar.
Demostró que lo importante no era su origen sino su cabeza, generando un respeto hacia Latinoamérica inexistente hasta ahí. Fue líder de la franquicia más ganadora de los últimos 20 años, más allá de los 4 anillos obtenidos. Fue el referente del básquetbol FIBA, sobre todo a partir de su tercer año, tras el oro olímpico y su segundo anillo (donde, creemos, mereció el MVP de las finales). Simbolizó una forma de comportarse poco común en la NBA, que no solo hizo que todos lo elogiaran, sino que le permitió jugar a alto nivel hasta casi los 41 años.
Es difícil medir al mismo tiempo que ocurren las cosas lo que terminará siendo Ginóbili en la historia de este juego, pero sospechamos que su leyenda se irá agrandando con los años, que su ausencia se notará como pocas y que será bien difícil encontrar a un deportista que reúna todas sus cualidades. Acá y en el mundo. Señores, empieza otra NBA. La NBA sin Manu. Habrá que acostumbrarse.
Fabián García / [email protected]
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