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Informe

AJ Dybantsa, ícono de un futuro incierto: millonarios antes de la NBA

09:30 03/01/2025 | Dybantsa es solamente el ejemplo más contundente de la nueva era que se viene. ¿Cuáles son los posibles efectos de este cambio gigantesco?

Dybantsa, símbolo del mundo nuevo del básquet mundial

Durante décadas, el básquetbol mundial de formación tuvo pautas bastante claras. Hasta los 18/20 años, los distintos países entrenaban a sus jóvenes para prepararlos para el profesionalismo. La NBA era un mundo aparte, al que solo llegaban los muy buenos y, excepcionalmente, los extranjeros. Estamos hablando de la era preglobal, algo que suena arcaico pero no es tan lejano. Menos de 40 años atrás. 

En ese esquema, también estaban bastante claras las opciones, aunque la Ley Bosman cambió el mapa para siempre. Tomemos 1995, que fue el año en que los tribunales de la Comunidad Europea dictaron la sentencia de esa ley y la migración de jugadores dio un giro de 180 grados. Había dos recorridos principales. En el mundo no europeo, los países con talento joven los preparaban, hasta que los mejores daban el salto a Europa. Eso ocurrió mucho con algunos países de América (básicamente Argentina), y los africanos. 

El otro recorrido estaba circunscripto a Estados Unidos. El gigantesco sistema deportivo universitario formaba atletas para la NBA y, los que no lo lograban, se repartían por el mundo en ligas de todo nivel, desde las mejores (Europa), hasta las que fueron surgiendo con el tiempo, extendiéndose con los años a las de Asia, por su poderío económico, principalmente China y Japón. 

Sin embargo, desde hace un par de años, todo eso parece haber quedado atrás. La creación del NIL (name, image, likeness), que sería para resumir un sistema que paga por los derechos de imagen de los deportistas universitarios de Estados Unidos, dejó todo patas para arriba. ¿Qué joven, con talento, de cualquier parte del mundo, va a formarse en Sudamérica, África o Europa prácticamente gratis si puede al mismo tiempo estudiar y jugar en la NCAA ganando un buen dinero?

La migración de Europa a Estados Unidos ya comenzó y varios de los principales proyectos están en universidades. Por mencionar algunos: Aday Mara (España, 19 añós, 2.20 metros, pivote); Baba Miller (España, 20 años, 2.11, alero); Augustas Marciulionis (Lituania, 21 años, 1.93, base); Egor Demin (Rusia, 18 años, 2.05, escolta);  Kasparas Jakucionis (Lituania, 18 años, 1.98, escolta); Tomislav Ivisic (Bosnia, 21 años, 2.16, pivote); Jan Vide (Eslovenia, 19 años, 1.98, escolta). Hay más. Muchos más. Para tener una idea, solo de Francia hay casi 70. De Lituania, 40. 

Algunos de ellos estaban en clubes de Europa importantes y se fueron a Estados Unidos sin tener que pagar un centavo por su salida, ya que la NCAA no es una Liga a la que se le pueda pedir una indemnización por cortar un contrato. Y lo hicieron cuando el NIL recién empezaba y no había demasiada certeza de qué montos repartiría. Hoy eso está más claro y la verdad es que asusta. Siéntese. 

Según un informe publicado en agosto del 2024 por el sitio Paint Touches, el básquetbol universitario es el que más dinero se lleva de todo el sistema deportivo de la NCAA por el NIL. Aunque los promedios suelen engañar (no es esta la excepción), el promedio de dinero que se llevó cada basquetbolista en la 2023/24 fue nada menos que de 65.853 dólares. Esto, obviamente, va desde los 3.3 millones en los que se valúa el NIL de Cooper Flagg (18 años recién cumplidos, 2.06, alero), rookie de Duke, hasta los pocos miles que juntan los suplentes de las universidades más chicas. 

Para tener en cuenta. El deporte de la NCAA mueve unos 19.000 millones de dólares al año. Una locura que, hasta el surgimiento del NIL, era una enorme utilización de los que realmente generaban ese dinero (los deportistas), con cero retribución. Ya no es más así, ¿pero es todo bueno lo que está generando? 

Quizá el extremo de esto es el caso de AJ Dybantsa, el hijo de congoleños, pero nacido en Estados Unidos, que juega en la segundaria de Utah. Hace unas semanas anunció que se decidió por la Universidad de Brigham Young para su etapa colegial, para quedarse en la misma ciudad y prepararse para el draft de la NBA del 2026, donde es firme candidato al primer lugar. Dybantsa tiene 17 años (cumplirá 18 el 29 de enero), y ya no es que no pisó la NBA. No pisó tampoco la NCAA y ya se estima, según publicó el periodista Adam Zagoria del NY Times, que en esta temporada ganará unos 7 millones de dólares por sus acuerdos de NIL. 
 

El problema, finalmente, no es ni Dybantsa ni Flagg, que salvo lesiones llegarán sí o sí a la NBA. El tema es qué ocurrirá con los otros miles de basquetbolistas y, sobre todo, con los países del resto del mundo. Por un lado, el sistema parece más justo, repartiendo el dinero grande entre los protagonistas. Otra cosa valiosa es que muchos buscarán jugar todo lo posible en la NCAA, salvo que tengan muy seguro un lugar en la NBA, porque no les será fácil conseguir esos ingresos en otro lado (pensemos que esto recién arranca y los números todavía pueden crecer mucho más). 

¿Qué pueden hacer los demás países para conservar a sus chicos? La realidad es que casi todo parece estar en contra. La NCAA reúne a más de 4000 jugadores, por lo que hay espacio para casi todos. Los clubes de Europa no hay manera que puedan competir con el NIL, porque nadie pagará 100.000 o 200.000 dólares por un joven que todavía no está listo para jugar al más alto nivel (Aday Mara se llevó 500.000 en su primer año en la NCAA, cuando en Zaragoza no llegaba a 30.000). 

De golpe, Estados Unidos concenta casi todo el talento mundial joven sin siquiera tener que pagar indemnizaciones. La pregunta del millón es: ¿si la NBA hoy genera más público fuera de los Estados Unidos que dentro, puede darse el lujo que el básquetbol en el resto del mundo pierda fuerza por la partida de sus jóvenes, haciendo caer el nivel del juego? ¿O, por el contrario, esta nueva realidad le resuelve todo, porque ya forma a los mejores del planeta en su mejor escuela previo a la NBA, como lo es la NCAA? 

Hay cosas que, indefectiblemente, pasan. Y no hay manera de frenarlas. Lo que es seguro es que el mundo FIBA tendrá que encarar algún tipo de plan para enfrentarse a esta situación, que ya era complicada antes de la aparición del NIL. No puede quedarse de brazos cruzados.

Fabián García / [email protected]
En Twitter: @basquetplus

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