La sorprendente historia de Josh Reaves, el primer boliviano en la NBA
22:27 18/08/2020 | Su papá falleció cuando él tenía seis años. Su mamá y su hermano mayor se hicieron cargo de la familia. Ama el fútbol, pero se dedicó al básquet.
“Hola Josh, te llamo para comentarte que Dallas Mavericks te ofreció un contrato por una temporada”, fue todo lo que alcanzó a decirle su agente. Luego su hermano lo levantó entre sus brazos, su mamá comenzó a llorar y su abuela corrió con tanta celeridad para saludarlo que lo terminó tirando al piso como si fuera una jugadora de rugby.
Aquella utopía que parecía la NBA, luego de que ninguno de los presentadores del Draft de 2019 pronunció su nombre, se disipó de inmediato. La vida le había dado una recompensa por tanto esfuerzo y en el primer pitido en la máxima liga de Estados Unidos, Josh sería el primer boliviano en la historia del torneo.
Su camino, como el de muchos inmigrantes hacia suelos norteños, no fue para nada fácil. Los antepasados de Josh se instalaron en Virginia en 1978, dejando de lado una cómoda vida en Bolivia. La razón era que su abuela, llamada Betty, famosa por haberle tacleado al enterarse que los Mavericks lo contrataron, había ido a visitar a su cuñada a ese lugar un tiempo atrás y quedó completamente enamorada de todo lo que rodeaba al país del norte.
El básquet y el fútbol como educación
19 años después, el 4 de junio de 1997, llegó Josh, quien nació y se crio en Fairfax, una antigua ciudad en el estado de Virginia. Su infancia transcurrió de manera tranquila hasta que un día, cuando el pequeño tenía seis años, falleció su padre. Liset, su madre, y Josh, su hermano mayor, tuvieron que hacerse cargo de la familia y trabajar a tiempo completo para llevar el pan a la casa.
No solo eso, también se encargaron de que Josh nunca falte a prácticas ni partidos. El actual jugador de Dallas era un gran basquetbolista, pero su verdadera pasión fue, es y seguirá siendo el fútbol. En ambas disciplinas se desempeñó con creces durante su época en la secundaria, en donde asistió a Paul VI Catholic High School.
Sin embargo, el joven Josh decidió decantarse por el básquet para tener mejores chances de obtener una beca universitaria. Esto lo llevó a transferirse a Oak Hill Academy, una de las más prestigiosas de la nación, en su último año de secundaria. Allí tuvo grandes números y fue catalogado como uno de los mejores 100 jugadores de ese periplo en Estados Unidos.
Las ofertas no tardaron en llegar y lo tentaron de universidades de la magnitud de Temple, Villanova, Maryland, VCU y Georgetown. Poseía excelentes notas y era un gran jugador, por lo que todos querían tenerlo. Josh, rebelde, eligió Penn State y se fue de Oak Hill siendo el capitán de un equipo que cerró la temporada con un récord general de 47 victorias y apenas una derrota.
El siguiente paso
En Penn State fue tal su compromiso que en uno de sus primeros entrenamientos con su nuevo conjunto decidió pasar la noche en el gimnasio para no quedarse dormido al día siguiente. El motivo era que las prácticas eran a las 6:30 de la mañana y quería habituarse el horario de esa manera para evitar cualquier contratiempo.
En la cancha fue de menor a mayor. En su primera temporada disputó apenas 26 partidos a causa de una mononucleosis que lo marginó por mucho tiempo. Promedió 6.4 puntos, 3.6 rebotes, 1.3 robos y 0.9 tapones en aquel lapso. Luego, como estudiante de segundo año, Reaves promedió 7.7 puntos y cuatro rebotes por juego, mientras lideraba a su equipo con 2.14 robos por partido.
Los dotes defensivos eran distintivos y esto le permitió crecer en su año de junior, en donde fue incluido en el equipo ideal defensivo de la conferencia Big Ten con 10.6 puntos, 5.1 rebotes, 3.2 asistencias y 2.1 robos.
Como senior explotó y se llevó varios premios en la Big Ten: jugador defensivo del año, integrante del equipo ideal defensivo y mención honorífica All-Conference tras cerrar su etapa universitaria con guarismos de 10.6 puntos, 5.0 rebotes, 2.9 asistencias y 1.0 tapas por encuentro. Además, fue por tercera campaña consecutiva el líder en robos de su equipo (2.5) y terminó su carrera colegial de forma histórica, estableciendo el récord de Penn State con 250 hurtos en total.
Camino NBA
Luego de eso el norteamericano con raíces bolivianas se presentó al Draft de 2019 y no fue seleccionado. Por suerte, los Mavericks le ofrecieron un contrato y disputó con ellos la Summer League. Allí jugó cinco partidos y promedió 12.6 puntos, 4.8 rebotes y 2.4 asistencias que le valieron firmar un acuerdo de dos vías con Dallas el 29 de julio del año pasado.
Finalmente, su esfuerzo dio frutos y Josh debutó el 2 de enero de este año, en el último minuto del partido en el que Dallas Mavericks venció a Brooklyn Nets por 123-111. Reaves lució el número 23 en su espalda y la tradición de aquella cifra representa cómo lleva a su familia en cada enfrentamiento.
Bolivia y Estados Unidos bajo su espalda
Su papá, también basquetbolista, utilizaba el número 21 y su mamá, que practicaba la misma disciplina, el 22. El legado de los suyos se mantiene intacto y la insignia de Bolivia lo sigue en cada paso, con la tradición inculcada por Liset y Betty.
Fuera de la cancha come silpancho, un plato tradicional de Bolivia, que es una milanesa de carne a caballo con arroz y papas, y dentro de ella es agresivo como todo latino. En su sangre la lucha, en su esencia la disputa. Bolivia, Estados Unidos. Lo mejor de los dos mundos.
Ignacio Miranda/ [email protected]
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