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Restaban 5:40 minutos para que termine el primer cuarto del partido en el que se enfrentan Los Angeles Lakers ante Utah Jazz. Kobe Bryant subió la pelota y se golpeó con Raja Bell. Inmediatamente después el de Salt Lake City se atrevió a insultar escolta del conjunto de California, que significó una crónica de muerte anunciada.  

El número 24 ni se inmutó y, aquella vez, dejó que su hable por él. Tiros de media y larga distancia, penetraciones y muchos lujos se mezclaron para armar un plato exótico que se comió frío, como dicen que se sirve mejor la venganza. El partido, sin embargo, estuvo parejo, y el nacido en Philadelphia tuvo que pelear con uñas y dientes para ganarlo. 

Llegó la prórroga y Utah parecía sacar una diferencia definitiva de cuatro puntos (82-78). Pero allí surgió de nuevo Kobe, alimentado por aquel jarabe mandibular agrio de Raja Bell. Convirtió un triple kilométrico, se puso al equipo bajo sus hombros y liquidó como solo él lo sabía hacer, sin prisa, sin pausa.  

Finalmente, los Lakers terminaron llevándose el juego por 90-87 y Kobe terminó la noche con 40 puntos, ocho rebotes y cuatro asistencias. La moraleja quedó nuevamente plasmada y Bryant estampó su efigie en Salt Lake City. La enseñanza: nunca tenías que hacerle trash-talk.  

¿Y si lo hacías? Tenías que estar preparado para lo que se venía.