Kevin Durant y la fiebre del oro
18:17 14/06/2017 | Durant cumplió con su destino, consiguiendo con Golden State el primer anillo de su carrera. Pero ¿por dónde pasa su mayor mérito? Lo analizamos.
Los números y las estadísticas siempre han tenido una presencia destacada dentro del panorama NBA. De hecho, hoy en día casi todo es cuantificado y buena parte del valor que se le otorga a un equipo o jugador, pasa justamente por esos datos fríos y objetivos. Nada de eso sorprende, pero una curiosa tendencia que parece haber crecido en los últimos años, pasa por vincular el legado de los protagonistas a la cantidad de anillos que consiguen durante su carrera.
Lo escuchamos en incontables ocasiones, incluso de la boca de los jugadores. Kobe hablando de su obsesión por alcanzar a Jordan con seis títulos, el propio MJ diciendo que elegía a Bryant sobre LeBron en base a la cantidad de campeonatos ganados por uno y otro, o un exaltado James prometiendo ocho títulos en su polémica llegada al Miami Heat. Nadie puede criticar la ambición de gloria, pero cuando se toman este tipo de comparaciones como parámetros inobjetables, se entra en un juego por demás peligroso.
¿Podemos asegurar que el legado de Robert Horry es mayor al de cualquier otra figura que haya ganado menos de siete anillos?, ¿tiene sentido decir que Sam Jones es uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, simplemente porque ganó diez títulos?, ¿es la carrera de LeBron un fracaso, por ser uno de los jugadores con más finales perdidas (5) en la historia de la liga?... y lo más importante en este momento, ¿cuánto ha cambiado nuestra visión sobre Kevin Durant en estos pasados 12 meses y por qué lo ha hecho?
Nuestra teoría es que el fenómeno de contar el peso de los anillos y la creación de los superequipos que actualmente reinan el escenario NBA, van completamente de la mano. Ya no alcanza con tener un plantel digno para pelear por una o dos consagraciones. No es suficiente ser Dirk Nowitzki y conformarse con haber sido competitivo en cada campaña durante casi dos décadas, si eso solo se traduce en un campeonato ganado. La idea es ir por todo, justificando los medios por el fin. Como dijo LeBron: no uno, no dos, no tres, no cuatro, no cinco, no seis, no siete.
Ahora bien, ¿el oro siempre tiene el mismo valor? La respuesta lógica parece ser que no: aunque Zaza Pachulia y Steph Curry se llevarán el mismo anillo, es claro que la responsabilidad de uno y otro para ese logro ha distado enormemente de ser similar. A su vez, creemos que el gran mérito de Durant en esta 2016/17 no ha pasado específicamente por el campeonato o el MVP de las finales, sino por su rendimiento específico. KD no silenció a sus críticos saliendo campeón. Lo hizo dominando buena parte de la serie final ante la defensa de LeBron James, anotando conversiones fundamentales en momentos decisivos y desplegando en cancha una versatilidad anotadora que la NBA quizá nunca haya visto antes. No es el anillo, sino el propio Kevin el que engrandece el legado Durant.
Su decisión de abandonar Oklahoma City y sumarse a los Warriors levantó muchísima polvareda desde un principio. Se lo acusó de romper con la competitividad en el torneo y si nos centramos en el 16-1 de Golden State en playoffs, parece haber un punto al respecto. Sin embargo, mientras el título de la 2016/17 parecía una consecuencia lógica del talento del que disponía Steve Kerr en su plantel, a Durant nadie le regaló sus 35 puntos, 8 rebotes y 5 asistencias de promedio en la definición ante Cleveland. Sus triples a la carrera, volcadas en transición o sus buenas jugadas defensivas, no salieron de la magia colectiva de Golden State, sino de las manos y las piernas de un jugador que hace tiempo está destinado a la grandeza.
Durant cumplió su objetivo: consiguió su primer anillo y se quedó con el MVP de las finales. Pero la admiración no debería quedarse ahí, sino en apreciar a un jugador que se sigue superando a si mismo, que se ha integrado sin problemas en un esquema completamente distinto al que tenía con el Thunder y que cada día parece ganarse un lugar más grande en la historia de la competencia. No por sus títulos. Por su talento.
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