17/03 | Mi club de barrio

Julio Lamas: “San Andrés me formó como persona”

21:02 17/03/2014 | Iniciamos una nueva sección, dedicada a revivir a los clubes de barrio de donde surgieron profesionales destacados del básquetbol argentino. Arrancamos con Julio Lamas, entrenador de la selección argentina, y su amado San Andrés.

Aunque dice venir al menos una vez al mes, la cara de Julio Lamas cambia cuando hacemos los primeros pasos en la escalera que lleva de la calle a la entrada del club Deportivo San Andrés. No es cualquier camino y los recuerdos, que un día serán unos y, otros días, otros, surgen. Siempre. Ni hablar cuando al intentar pasar el molinete que lleva al club en sí, el controlador del ingreso tira el típico: “¿A dónde van, tienen autorización?”. Pocos segundos después, y al reconocer al entrevistado, disimula su vergüenza y nos deja pasar.

“Acá estaba Tito, que te pedía el carnet. Ibamos detectando quién estaba en el club, para jugar al básquet o para socializar. Empecé a venir a los 8 años, verano de 1972. Empecé viniendo a la pileta, porque yo tenía alergia y a mi mamá le dijeron que me iba a hacer bien. Después empecé con el básquet y terminé jugando los Evita, como no federado. En este club estuve hasta el día que me fui a dirigir a Cañada de Gómez. Socio 22.186”.

La recorrida sigue. “El club tenía de todo. Un departamento de actividad física muy bueno, pero el deporte era el básquet. Es un club de básquet. Igual, en el verano jugábamos a todo. Había unas olimpíadas donde hacíamos voley, fútbol, tenis. De todo. Las chicas jugaban pelota al cesto y mujeres y varones nos íbamos a ver mutuamente. Los bailes que se armaban en el verano eran increíbles, de 5.000 a 10.000 personas, porque venían desde Serú Giran a Sandro, pasando por Palito Ortega, Joan Manuel Serrat, León Gieco o Raffaella Carrá”.  

El club era su casa. “Venía todos los días, después de hacer los deberes...o antes, y me quedaba hasta las 10 de la noche. Abría y cerraba el club. Mis amigos eran de acá. Armábamos desfiles, bailes, para juntar plata. Había mucho ejercicio de gestionar o emprender. Trabajaba en la colonia del club. Fue un lugar fundamental en mi formación personal, antes que la deportiva, que también fue clave”.

La cancha exterior trae más recuerdos. “Acá se jugaba los sábados y domingos a la tarde, sin edad. Desde los de 15 años a los de 40. En aquel aro se jugaba mucho uno contra uno, a 100. Nunca me pudo ganar Gonzalo García. Se la volcaba en la cara. A veces los varones le jugábamos a las chicas a pelota al cesto, porque era una exigencia más alta para ellas, y para nosotros era la posibilidad de estar cerca (se ríe). Para nosotros era importante jugar al básquet, y bien. Era una forma de ser aceptados en el club. Dejábamos la vida en cada partido. Tenía que ver con estar unidos. De hecho, cuando empezamos a salir a bailar a los boliches de Capital, nos juntábamos todos acá. Los tres meses del verano eran un lugar de reunión en la pileta y el solarium, las charlas más importantes de la vida para uno en ese momento”.

San Andrés significaba, además, una solución familiar. “Los clubes, en la sociedad argentina, cumplen una función social vital. Lugares como este, en el conurbano bonaerense, sacan a los pibes de la calle y los introducen en el deporte. Le dan al Estado algo muy grande. Hacen, lo que en los países desarrollados, hacen las escuelas y universidades. Acá lo hacen los clubes. Mi vieja me dejaba acá tranquila. Mi viejo había fallecido y ella trabajaba. Quiso que esté en un lugar más seguro que en la calle. En el club había ayuda escolar incluso. Acá yo hacía de todo, y para mi familia eso fue fundamental. Acá llegó a haber 5.000 socios”.

La sociedad cambió, y eso Lamas lo tiene claro. “El mundo cambió. Antes la famila venía a pasar el fin de semana entero. Ahora, sobre todo el adulto, viene a hacer actividades puntuales. Hay que adaptarse. La computadora no es buena ni mala, lo es el uso exagerado. Si los pibes tienen acá un sector con computadoras, y se maneja con prudencia, es mejor que lo hagan acá con otros chicos y no solos en sus casas”.

La recorrida sigue (podés verla entera, en video, en nuestra web), y va llegando a su final. Lamas se encuentra en el camino con René Tanghe, expresidente e histórico dirigente del club, con sus 88 años muy bien llevados. Charlan un rato. Cada uno que entra al bufet lo saluda. Julio es conocido aquí. Uno de sus hijos dilectos, de los que llegó más lejos (¿el que más?). No están los alfajores de panadería de hace 25 años, pero no importa. Julio, acá, es feliz.

 

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