El Montakit Fuenlabrada dio un pasito más en un partido espeso, complicado, resuelto desde lo emocional, ganado con argumentos que no son puramente baloncesto. Jugando, lo que se dice jugando, fue mejor el Joventut que llegó a ganar por 19 y vio como el rival le daba la vuelta con a base de coraje y los puntos de Popovic y Eyenga.
Y eso que todo estuvo en contra de Fuenlabrada, limitado por la enfermedad de Sekulic, las personales de Olaseni, el discreto partido de sus bases, la lesión de Llorca, que no sea nada, cuando tiraba del equipo. Sin embargo, el corazón, el jarabe que ha inculcado el Che García a este equipo parece que puede con todo, hasta con remontar 19 puntos en cuarto y medio.
Arrancaron ambos con descaro, buscando el aro al poco de inicial el ataque. A los visitantes les sonreía el arco (tres triples) para ponerse cinco arriba los cinco minutos 8-13. Eyenga se ocupaba de que la cosa no fuera a mayores, tanto delante (seis puntos) como detrás ajustando su defensa sobre Vidal. El encuentro se espesó porque los ataques se volvieron desordenados, sobre todo el del Fuenlabrada y de ello sacó rédito el Joventut para irse de siete al diez: 16-23.
El Fuenlabrada apeló al triple para recortar y el Joventut echó mano de Jordan para sostener la renta. El pívot además de sumar mandó al banco a Olaseni con tres faltas al minuto 12. La ofensiva del Fuenlabrada se mostró incapaz de encontrar buenas opciones de tiro y la renta se fue a+13 con seis minutos para descanso 19-32.
Paró el partido el Ché García para reordenar a su equipo que no encontraba modo de atacar la defensa del Joventut. Sin un cinco, ni base puros, rompiendo desde la cabeza de la zona en penetración consiguió evitar una fuga mayor. Redujo a cinco y metió al Fernando Martín en el partido con dos triples seguidos de Popovic lanzados desde Croacia. A dos para descanso 33-38. El parón de Diego Ocampo y el buen trabajo de Jordan en ambos tableros dejó la renta en +12 al descanso: 33-45.
El segundo tiempo empezó con una canasta del Joventut y un tiempo muerto local en medio minuto. Los visitantes estaban lanzados, +17 al minuto 33-50 y el Fuenlabrada naufragando. La renta llegó a los 19 un minuto después sin que los los locales encontraran la fórmula para para la sangría. El aro verdinegro parecía un dedal para los fuenlabreños que sólo tenían a Popovic como argumento ofensivo. Así que había que elevar la presión defensiva.
El Fuenlabrada apostaba por un quinteto atípico con Smits de “cinco” y Eyenga de “cuatro”. La fórmula les acercó en el marcador porque al Joventut le faltó temple para no caer en la trampa de la precipitación que propuso el rival. El partido se tornó emotivo, pasional, raro si quieren, y ahí se administró mejor el Fuenlabrada con Llorca enchufadísimo y… lesionado feamente. El parcial de 12-0 nos devolvió el partido: 52-55 a uno para el treinta. Y los árbitros más perdidos que Orzowei (Isa) en New York.
El caso es que arrancamos el cuarto final con opciones para ambos: 54-59. El Fuenlabrada siguió a ese ritmo de último minuto de partido, ahora sí su defensa era intensa y hasta áspera. Al Joventut le sostenía su rebote ofensivo, al Fuenla su impetu, el partido tenía más paradas que la línea azul de metro, todo era extraño, hasta un arbitraje manifiestamente mejorable. A cinco para bocina nada resuelto 64 por 69 y antideportiva a Kalnietis, el Fuenlabra a uno en un “pis, pas”.
Eyenga obró el milagro: 72 a 69 con algo más de tres para final. Era otro partido. Hacía falta cabeza o no, o sí o quien sabe. Fuenlabraba había convertido el partido en un puzzle para profesionales. Los parámetros a los que se ajustaba el juego escapaban al raciocinio baloncestístico. Un triple de Paco Cruz, sus únicos puntos en el partido, a 21 segundos resolvía el partido 81 a 76 y ponía al Fuenlabrada en dirección a la Copa del Rey, un año más.