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Los playoffs 2016/17 tendrán una particularidad nunca antes vista en la Liga Nacional: ni Atenas ni Peñarol, los dos equipos más ganadores de la historia de la competencia, participarán de la definición del certamen. Aunque ambos ya se han perdido algunas postemporadas, esta será la primera que no cuenta con ninguno de los dos.

Cualquier seguidor de la Liga, sin importar su fanatismo, sabe lo que significan estos dos equipos dentro del torneo. Atenas es el conjunto con más títulos en la competencia (9), mientras que Peñarol lo sigue con 5. Además, mientras el Griego jugó todas las ediciones, el Milrayitas dice presente desde su debut en la 1988 de manera ininterrumpida.

En cuanto a los playoffs, los cordobeses se clasificaron de forma consecutiva en los primeros 31 años (la 2015/16 fue la primera vez que se quedaron afuera), incluyendo una marca inigualable: llegaron al menos hasta semifinales en 16 ocasiones seguidas, desde su presentación en 1985 hasta la 1999/00 donde cayeron en cuartos de final.

Por el lado de Peñarol, los marplatenses jugaron playoffs en 25 de sus 30 campañas en la primera categoría y no se quedaban afuera de una postemporada desde la 2003/04. En el medio vivieron los años más gloriosos de su historia, ganando cuatro Ligas en cinco años, desde el 2010 al 2014.

La gran pregunta que surge ante esto, es ¿qué pasó?, ¿cómo pasaron estos dos monarcas de la competencia a no solo quedarse afuera de los playoffs, sino a estar penando con la permanencia durante buena parte de la Liga? La respuesta es compleja en ambos casos y con muchas variables que han influido para este presente negativo.

Lo primero que hay que entender, es que lo que sucedió, no ocurrió de la noche para la mañana. Atenas lleva varios años sin estar a la altura de su historia, mientras que Peñarol venía mostrando una baja en su rendimiento que terminó de potenciarse en esta 2016/17. Quizá los dirigidos por Marcelo Richotti habían comenzado la temporada con expectativas mayores, al contar con un mejor plantel que los cordobeses, pero la realidad es que ninguno de los dos era favorito a pelear arriba y el transcurso de la campaña fue confirmando esa presunción.

En el caso de Atenas, su difícil situación se explica con una sucesión de malas decisiones y sobre todo, falta de estabilidad. Un ejemplo claro de esto se encuentra en la cantidad de técnicos que han pasado por el banco del Cerutti: desde la 2009/10, con la salida de Rubén Magnano, hubo 14 cambios de entrenadores. Esto quedó aún más en evidencia en las pasadas cuatro Ligas, con tres conductores distintos en la 2013/14, otros tres en la 2014/15, dos en la 2015/16 y tres en la 2016/17. Así resultó completamente imposible encontrar una identidad de juego, cambiando estilos basquetbolísticos y de conducción constantemente.

Aunque es complicado definir con exactitud qué es producto de qué, la realidad es que los cambios de DT también tienen una explicación en el bajo rendimiento del equipo en estos años. Y en ese sentido, nadie puede negar que el más ganador de la Liga viene con problemas a la hora del armado de sus planteles. Hasta estos últimos partidos de la 2016/17, con la buena aparición de varios juveniles, Atenas no había logrado combinar la jerarquía de sus veteranos, con una segunda línea más joven que le otorgue frescura y sobre todo, aliviane el rol de sus jugadores de mayor edad. Con un calendario tan exigente como el de nuestra competencia, lo físico es clave y que un jugador de 39 años como Pete Mickeal, sea el segundo con más minutos en el torneo (32,2) habla a las claras de la poca atención que le han prestado a ese tema.

Hablando del ex Barcelona, otro tema que ha lastimado al Griego en estos años pasa justamente por los foráneos, viviendo una situación parecida a la de los técnicos. Sacando contadas excepciones (como el propio Mickeal), rara vez han encontrado extranjeros rendidores o que siquiera duren una temporada entera en el equipo. La sensación es que así como faltó una inyección de juventud que sirva de apoyo para los más experimentados, también faltó una mejor química entre los nacionales de estos años y los distintos refuerzos norteamericanos que fueron arribando.

"Son años a los que nadie está acostumbrado y hay que buscar esa regeneración. Creo que se está intentando, pero a veces tenés que pegarla con el equipo. Atenas tenía algo que era la identidad", nos decía hace un par de días Fabricio Oberto. "No siempre eran jugadores de ahí, pero sí se quedaban muchos años. Se formaba una columna vertebral donde jugaban siempre los mismos y sabías que Atenas jugaba bien. Eso es lo que se busca. Hubo chispazos buenos y ahora algunos temas con los cambios de americanos, técnicos, que dañan mucho a lo que es la identidad del equipo".

Atenas hizo agua en varios puntos claves: no encontró estabilidad de ningún tipo, no fue inteligente en el armado de su planteles y más que nada, falló ampliamente en el reparto de roles y protagonismos. Recién en este último mes apareció una luz de esperanza, de la mano de los pibes (Chiarini, Baralle y Lema). Ahora, su dirigencia deberá entender que necesita de esas piernas frescas para ser competitivo, pero a la vez, que no puede cargarlos de una responsabilidad para la que aún no están preparados. Los cordobeses precisan urgente jugadores en el pico de su rendimiento y abandonar los extremos por los que se han manejado en este tiempo.

Por el lado de Peñarol, lo cierto es que cuesta hacer análisis demasiado profundos o sacar conclusiones contundentes, por un par de razones: esta es la primera Liga en estos años en la que se queda realmente lejos de la pelea y está viviendo una etapa de transición, hasta si se quiere, lógica. Mientras espera por la vida después de Leo Gutiérrez (al menos como jugador), el Milrayitas tuvo un torneo complicado y por debajo de lo que la calidad de sus jugadores hacían esperar.

De todas maneras, a diferencia de Atenas, no hay tanto para cuestionar desde la toma de decisiones: desde el 2004 que no cambia de entrenador en el medio de una temporada y dentro de un nuevo contexto de posibilidades económicas, no se había armado mal. Es cierto que no acertó con los extranjeros y pagó bastante caro el hecho de no renovar ninguna de sus dos U23 lesionados (Zurschmitten y Barón), pero no aparecen tantos errores flagrantes desde el rumbo que ha tomado el club. Después, los resultados no fueron buenos, por supuesto y eso siempre influye en el análisis final.

"Cuando se juega mal una temporada y sos irregular, pasa esto. Pero bueno, se intentó por todos los medios hacer las cosas bien y estar a la altura. Tuvimos buenos partidos y otras veces jugamos sin energía. Eso te lleva a una posición incómoda como estamos ahora, sin poder jugar postemporada. Duele la situación pero hay que darle para adelante", nos comentaba Leo Gutiérrez la semana pasada.

La clave para los marplatenses será olvidarse rápido de lo que ya no tiene y entender su nueva realidad. En ese sentido, será clave que defina sus prioridades y tome una dirección concreta: ¿podrá seguir compitiendo de igual a igual con los planteles top de la competencia?, ¿deberá apuntar al desarrollo de sus jóvenes, los cuales tiene y muy buenos dentro de su cantera?, ¿tendrá que armarse para pelear la permanencia, como le ocurrió este año? Serán decisiones que tendrán que tomar quienes están a cargo de su conducción, sin quedar a la deriva en sus metas.

Atenas y Peñarol en playoffs